Una cuestión de suerte.Fue el azar, el destino o yo que sé el que hizo que, en 1999, recién salida de la facultad, decidiera hacer mis prácticas de verano en El Periódico Extremadura, un periódico que, para más inri, no se leía en mi casa. Siempre he pensado que aquella decisión un poco inconsciente ha sido una de las mejores de mi vida. Porque me abrió la puerta a trabajar en aquello que había estudiado, una puerta que nunca se ha cerrado.

Llevo casi 19 años de vida

laboral y, la mayoría, los he trabajado en esta casa. Es lógico que considere a El Periódico Extremadura mi casa. Me siento parte de la evolución de este diario. He vivido su evolución en Plasencia, afectada por todos los movimientos que se han ido sucediendo. Y yo también he evolucionado.

De esa joven de 23 años que

apenas tenía idea de lo que era la parte práctica de un periódico diario, a la que soy hoy.

He convivido con compañeros,

he aprendido de compañeros, he asistido con pena a la salida involuntaria de compañeros. He vivido movimientos de sede...

Por partes. Con Merche R.

Rey e Isabel Bravo, más Belén de fotógrafa, me estrené en prácticas, en la sede del Centro Comercial Iberia. Con la primera aprendí buena parte de esta profesión y la entrega de un buen periodista y con ella di el salto a la sede de la Plaza Mayor, ya con Toni Gudiel de fotógrafo. El Periódico Extremadura crecía.

Y volvía a crecer cuando se

inauguraba la planta de impresión en el polígono industrial. Sin embargo, llegaron malos tiempos, el cierre de la planta y el primer Expediente de Regulación de Empleo. Sobreviví y no me olvido de Merche ni de Víctor. Continúan en la casa Pepe y Carrasco.

Surgió entonces un nuevo producto, La Crónica de Plasencia, hoy El Periódico de Plasencia. Debo dar millones de gracias a todos los placentinos que hacen cola, actualmente cada martes, para conseguir un ejemplar. Y debo dar las gracias a esta casa porque, gracias al teletrabajo, me permite conciliar mi vida laboral con la familia que he formado durante este tiempo. De nuevo, evoluciones paralelas.

Y en medio de esa evolución

laboral, de los vaivenes, están mis compañeros. Los que se fueron y los que se quedaron, los que se incorporaron. A todos, sin excepción, los considero parte de mi familia, de una familia de supervivientes, porque, cuando este medio cumple 95 años, sobrevivimos y porque lo seguimos haciendo cada día a pesar de ser el pez chico. Nos esforzamos por ser rigurosos, por ser honestos, por informar con verdad y especial atención a lo social y por ponernos en la piel de lo que le importa al ciudadano. Capitán y marineros de un barco del que me siento orgullosa y al que deseo larga vida. k