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ucho se habla de la revolución que

han sufrido los medios de comunicación con la llegada de la Era Digital. También se alude con frecuencia a las numerosas ventajas que ésta ha supuesto para los ciudadanos: informarse a golpe de click en formatos hasta hace pocos años inimaginables, en tiempo real y con un coste muy reducido -cuando no es gratuito-. Pero poco se habla, por el contrario, de la amenaza de someterse a la inercia de la modernidad sin acudir al sentido crítico, y sonreír sin alegaciones a todo lo que se autoproclama como «nuevo» e irrumpe en nuestras vidas. Porque esa revolución digital también ha alcanzado a las relaciones sociales, alterando nuestra percepción de lo que sucede en el mundo, de cómo vivimos y de hacia dónde nos encamina el progreso.

La digitalización de los productos y servicios que ofrecen las empresas de comunicación ha traído mejoras incontrovertibles, pero no es menos cierto que se han abierto fisuras donde no las había, y que, por momentos, se pone en jaque el buen hacer y la deontología de las redacciones al favorecer la velocidad, los costes, la comodidad, la expansión de un pensamiento único, los ratings y, lo más peligroso, la viralidad. Tanto es así que nos hemos familiarizado con términos como posverdad o fake news, enfermedades de la sociedad de la información que se agravan con la opulencia tecnológica. No puedo adivinar qué tipo de sociedad llegaremos a ser en el siglo XXII, pero espero que para entonces sigan saliendo cada mañana periódicos señeros, escritos por periodistas honrados, forjados a lo largo de los años, de los acontecimientos y de la experiencia. Será un signo de buen futuro para los extremeños.

Poco, demasiado poco, se habla en estos tiempos del valor de la experiencia, pese a su imprescindible aportación a la construcción de una sociedad abierta, justa e igualitaria, una sociedad, en suma, mejor. Ese valor es insignia indiscutible de El Periódico de Extremadura, decano de la prensa regional, al que traslado las felicitaciones del Partido Popular de Extremadura por su aportación a la paz social y al progreso de nuestra comunidad autónoma, por llevar 95 años al pie de la rotativa, defendiendo la profesión periodística y haciendo más región cada día.

Ahora, más que nunca, necesitamos de esa experiencia, de su saber hacer y del conocimiento que ostenta durante una trayectoria de éxito, para seguir edificando una sociedad con valores, con personalidad, con una identidad que hay que defender tanto como la búsqueda de la verdad y la objetividad.

Insisto, tenemos que reivindicar estos valores si no queremos que los brillos de «lo moderno» nos cieguen y nos impidan seguir haciendo camino, seguir poniendo a Extremadura en el mundo, situando en el centro del debate social las cosas que verdaderamente importan.

La prensa regional no es solo testigo de los cambios y las conquistas sociales de los extremeños, ya es parte de todos ellos, parte de lo que hemos sido y de lo que queremos ser. Y para ello se debe refrendar, con más intensidad si cabe, su compromiso con los lectores y con una información veraz. Esa implicación es estrictamente necesaria para garantía de la ética y la profesionalidad ante la incertidumbre de lo que nos viene, muchas veces, impuesto por la tiranía del último grito. Ante eso, sólo cabe confiar en el factor humano, el factor profesional, el valor añadido de un periodismo arraigado.

Soy consciente de las dificultades

por las que pasa la prensa escrita, pero también compruebo que ha sabido adaptarse a los cambios para seguir ofreciendo un producto genuino, de calidad, único e insustituible. El papel cederá ante el pixel -confieso que prefiero el tacto del periódico a la tablet- pero lo que nunca podrá sustituirse es el fondo. Confío plenamente en el rigor y en la artesanía de la palabra que atesoran los medios tradicionales a la hora de seguir conformando la opinión pública. Nadie podrá suplirlos, y los intentos de hacerlo, bajo ese paraguas supremacista de la vanguardia tecnológica, no pueden justificarse. En buena medida, lo que hay detrás de esa amenaza es una tentativa de ingeniaría social poco edificante, que preferiría una sociedad menos formada, menos critica, menos madura, más manejable.

Por eso, defiendo, y pido a la sociedad extremeña que lo haga, el valor de la experiencia,

del esfuerzo y de la profesionalidad. Los que siempre han estado ahí haciendo gala de los valores intrínsecos al quehacer periodístico deben unir fuerzas y batirse el cobre en cada portada,

en cada página, para dejar claro que sólo hay una

forma posible de hacer periodismo con

mayúsculas. De ellos depende la salud de la democracia, y me tendrán a su lado para seguir peleando con las mejores armas: una

inquebrantable vocación regional, la verdad, el

rigor y los intereses de todos los extremeños de

hoy y de mañana. k