Una lección muy importante -además de disfrutar del puro espectáculo deportivo- podemos sacar del Mundial de Fútbol que se está celebrando en Sudáfrica: que la prepotencia nunca es buena. La potencia se demuestra andando, esto es, jugando. Vale esto para España, para Argentina y para las otras grandes selecciones que ya han sido eliminadas.

Nuestra actitud es ahora muy distinta a la que teníamos al iniciarse la competición, y en estos momentos, después de ver como nuestra Selección -con gran esfuerzo, pero sin llamativa brillantez- ha ido eliminando a los rivales que le ha tocado en suerte, sólo con cierta prudencia los aficionados españoles podemos creer que la hazaña de ganar el mundial es posible. Pero si recordáramos un poco los comentarios periodísticos previos al primer partido y los que se oyeron durante la retransmisión televisiva de la primera parte, podríamos sentir algo de vergüenza ajena, la que, según parece, no han sentido los periodistas deportivos que con euforia imprudente e injustificada nos pintaron el mundial como un paseo para La Roja.

Dentro de unas horas, aún tendremos que superar la que puede ser nuestra prueba más difícil aunque no fuera la última, eliminar a la potente (ya lo ha demostrado) selección alemana que busca su cuarto mundial. Ahora, con los pies en el suelo, podemos creer en las posibilidades de la Selección española para llegar a la gran final sin necesidad de confiarlo todo a la tan esperada genialidad de alguna figura, porque ya hemos podido comprobar que el mejor juego de nuestra Selección es el de conjunto. Ahí está nuestra fuerza, ¡a por ellos!