TLta frenética actividad constructora y urbanística de los últimos años nos ha deparado momentos de cierta emoción cuando al derribarse algún antiguo edificio nos hemos encontrado con vistas inéditas de nuestros monumentos más queridos, vistas que algún día debieron tener nuestros antepasados, pero que nosotros ni siquiera alcanzábamos a imaginar. Así, tomamos conciencia también de que a veces, aún teniéndoles a la vista, somos incapaces de disfrutar de la belleza de algunos espacios de nuestro entorno urbano más próximo, y no es infrecuente que nos veamos sorprendidos cuando quienes nos visitan nos ayudan a redescubrirlos.

Ahora, despierta nuestra sensibilidad por la especial atmósfera de esta época del año, hemos encontrado momentos propicios para desprendernos de la fría mirada cotidiana y disfrutar con algunas vistas muy gratificantes de este nuevo Almendralejo que se ha ido formando casi sin darnos cuenta. Singularmente, la de algunos espacios verdes llenos de encanto, pequeños parques y coquetas glorietas donde comienzan a caer las hojas ocres del otoño, lugares capaces de evocarnos típicas escenas románticas. Salir a descubrir esos rincones es, sin duda, una reconfortante experiencia de turismo emocional (ya sabemos que acaban de inventarlo) que ayuda a reconciliarnos con nuestra ciudad. Les invito a disfrutar del Almendralejo de estas tardes otoñales, quizás con algún librito de poemas de Espronceda o Carolina bajo el brazo, antes que el frío invernal pueda cambiar la escena. Después de todo, lo de Ciudad del Romanticismo no debería ser sólo una etiqueta.