THtay una carta que tiene 1.850 años. Es la Carta a Diogneto , en la que leemos: "Los cristianos siguen las costumbres de los habitantes del país en que viven tanto en el vestir como en su estilo de vida... Igual que todos, se casan y tienen hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho...Los cristianos son en el mundo lo que el alma para el cuerpo...Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no pueden desertar". La Iglesia no ha desertado de la misión que Cristo le confió y sigue defendiendo la vida en todas sus fases. Decía Julián Marías que más terrible aún que el aborto era "su aceptación social", que es un auténtico peligro para nuestra época. Desde la carta a Diogneto a nuestros días han pasado casi 20 siglos y la doctrina de la Iglesia no ha variado. Algún destacado político nos achacaba que veníamos repitiendo machaconamente lo mismo desde hace 30 años. Evidentemente se quedaba corto, muy corto, en su apreciación. Escribía Juan Pablo II hace 14 años que estamos ante una objetiva conjura contra la vida y "es urgente una movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético para poner en práctica una gran estrategia a favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida". No podemos cejar en este empeño. Encuestas recientes demuestran que los defensores de la vida van en sensible aumento. Aunque nos tachen de reiterativos, debemos colaborar a que la bola de nieve vaya creciendo más y más. Los cristianos del siglo XXI no podemos desertar del puesto que Dios nos asignó.