Hace tres años, en 2014, la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer Tierra de Barros impulsó un proyecto que consistía en la representación de la obra de teatro Cuéntame un cuento y que servía, fundamentalmente, para que el público y la sociedad tomaran conciencia de la cruda realidad de esta enfermedad. Tres años después, el montaje sigue en pie y continuará exhibiéndose por escenarios de la comarca. El colectivo ha conseguido una subvención de la Diputación de Badajoz de 3.000 euros que le permitirá representarla, aunque aún no ha tenido tiempo de organizar fechas. El año pasado ya se puso en escena en Almendralejo, Puebla de la Calzada, Villagarcía de la Torre y La Zarza.

La particularidad del proyecto es que las personas encargadas de representarla no son profesionales, sino trabajadoras del centro de día que tratan a los enfermos de alzhéimer en Almendralejo. Concretamente son tres: Raquel García (trabajadora social), Sara Crespo (terapeuta ocupacional) y Magdalena Galindo (psicóloga). Esta última reconoce que «la experiencia vivida hasta el momento ha sido muy gratificante. La gente ha respondido muy bien en asistencia y, lo más importante, creo que se ha marchado del teatro teniendo una noción muy real de lo que significa el alzhéimer, con todas sus connotaciones positivas y negativas».

Es una obra adaptada del libreto original de Cristina Cifuentes llamado Queremos ir al Tibidabo. Relata la historia de dos hermanas que afrontan de una manera original, la dramática y dolorosa noticia de que su madre padece el mal del olvido. Mientras sus vidas se traducen en un caos, aparece una persona salvavidas que trata de ayudarlas. Es una amiga que, al final, generará más conflictos que ventajas. Según explican sus protagonistas, «la obra refleja la cruel realidad de una enfermedad que afecta de forma global a enfermos, familiares y cuidadores. Combina humor y sonrisas, pese a la tristeza de la historia».

Casos prematuros / Por otra parte, la psicóloga Magdalena Galindo asegura que la principal preocupación se centra en los casos más prematuros de enfermos que ingresan en el centro de día. Si hace diez años la media estaba en enfermos de 75 años, ahora está en 70. «Incluso hay usuarios de algo más de 50 años», informa.

Para Magdalena no hay una explicación científica, sino que todo es fruto de una mayor concienciación de la sociedad. «Antes, el alzhéimer tardaba más en diagnosticarse porque la gente tardaba más en acudir a especialistas. Sus síntomas son imperceptibles incluso diez años antes de aflorar. Ahora hay un grado de concienciación mayor y en cuanto se percibe algún síntoma, a la gente no le da vergüenza ni pudor acudir al médico».

Con respecto a la investigación, reconoce que se están destinando muchos recursos, pero de momento lo que más ha evolucionado son los tratamientos a nivel cognitivo, es decir, no farmacológicos. «Desde hace 17 años apenas hemos contado con una nueva pastilla que mejora el tratamiento, pero queda mucho trabajo», apunta esta experta y actriz ocasional.