TOttro horrible suceso protagonizado por jóvenes y todos prestos a señalar el culpable: la tibieza de las leyes penales. Incluso alguna televisión da la noticia y realiza, en caliente, una encuesta entre los televidentes; resultado previsible: todos desean el endurecimiento de la Ley del Menor. ¿Porqué no preguntarnos por la razones profundas que han podido dar lugar al hecho y la responsabilidad que como miembros de esta sociedad nos corresponde? ¿Tan probado está que la perspectiva del castigo pudo haber disuadido a quienes iban a cometer un delito? ¿No dice la psicológica que todos somos potenciales delincuentes, y que para traspasar la barrera sólo hace falta la coincidencia de ciertos factores sociales y personales. Desde luego, casi todos sospechamos que los terroristas de ETA, y otros delincuentes habituales, pueden cometer sus delitos tras sopesar el coste punitivo de sus fechorías, pero eso no nos permite concluir que el número de delitos cometidos por los jóvenes está subiendo como consecuencia de la actual Ley del Menor. Esta nueva apelación a su endurecimiento, tras el reciente caso de Seseña, viene a ser tanto como decir que la menor de 14 años acusada del crimen decidió hacerlo tras realizar ese diabólico cálculo. Puede no ser aceptable que algunos delincuentes vuelvan pronto a la calle, pero recordemos que ni en éste ni en otros casos semejantes los autores estaban en libertad tras cometer algún delito. Por tanto, no nos engañemos, eso no es atacar a la raíz del problema y, por ello, tal cambio no va evitar que se sigan dando los tristes sucesos que todos conocemos, protagonizados por jóvenes cada vez de menor edad.