Desde hace quince años una modesta copia del disco de Teodosio y una imagen policromada de Santa Ana son mi paisaje habitual; han llegado a ser símbolos de identidad para quienes en el Centro Universitario Santa Ana pasan la mayor parte del día; los más veteranos recuerdan ambas piezas integradas en el edificio desde sus orígenes, casi medio siglo atrás. Siempre me ha parecido hermosa la identificación local, a través de estos dos motivos, con una esencia cultural más amplia que, merced a ese gesto, nos proporciona a quienes allí trabajamos: la ermita perdida de Santa Ana y el hallazgo en la suerte de Sancho de esa fabulosa joya de la latinidad. Somos en Almendralejo herencia de Roma y de la tradición cristiana, como también son esas dos fuentes la savia colectiva de España. El desdén por la memoria es signo de un pueblo inculto e insensible que difícilmente podrá caminar hacia un futuro en seguridades. Por ello aplaudo el esfuerzo municipal al entregar al pueblo de Almendralejo la magnífica réplica del original que custodia la Real Academia de la Historia e integrarla entre las piezas que son testigos mermados de lo que fuera la magna colección de Carlos Solano. El disco nos recuerda la semilla que la Ilustración sembró en algunos hombres que florecieron en el XIX, nos lleva hasta la sensibilidad de un almendralejense que evitó, por la celeridad de sus gestiones, la pérdida de la mejor pieza de plata del mundo antiguo, el II marqués de Monsalud, a quien la Asociación Histórica de Almendralejo y el Ayuntamiento homenajearon en 2009. Nunca es tardía la gratitud.