TUtna vez más, seguimos de cerca, y a través de los medios, cómo muchos de nuestros escolares se divierten hoy en día usando como único entretenimiento la violencia. Y, una vez más, comprobamos como para ello utilizan uno de nuestros recursos más punteros, el teléfono móvil, inmortalizando las innumerables ´hazañas´ que estos grupos de adolescentes perpetran, unas veces fortuitamente y otras premeditadamente, con una asiduidad que espanta. Y volvemos a las mismas preguntas: ¿qué le está pasando a la sociedad actual para que nuestros jóvenes sean capaces de generar tanta violencia y maldad?, ¿por qué si la mayoría de las familias pensamos que hay una necesidad urgente e imperiosa de que se produzcan cambios importantes en la visión que tienen los jóvenes de entender qué es la tolerancia y el respeto a los demás, no seamos capaces de encontrar el punto de arranque donde se inicien estos cambios? Ante esto, no nos cabe otra cosa más que hacer una reflexión de las circunstancias medioambientales y socioculturales que llevan a estos jóvenes, a confundir la diversión con la xenofobia, con el odio, con la intolerancia. Creo, bajo mi humilde opinión, que tan difícil es encontrar soluciones a estos problemas como determinar las causas que los provocan, ya que ambos planteamientos necesitan de una implicación máxima de todas las piezas. La solución de este problema no es algo que podamos resolver por separado, sino que necesitamos establecer fuertes lazos entre todos --familia, escuela, políticos y medios-- implicándonos directamente en crear un buen clima social.