Como diría Perogrullo, el mejor antídoto contra una desilusión colectiva es una ilusión colectiva. Esto ha debido pensar el Gobierno cuando tomó la decisión de presentar la reforma laboral el mismo día en que hace su debut en el Mundial la Selección española. La estratagema, inevitablemente, nos recuerda a otra época, porque nadie va a creer fácilmente que la coincidencia es fortuita. Sólo nos falta la demostración sindical, pero ésta la han dejado para el mes de septiembre, cuando se hayan apagado los ecos de la competición futbolística. Sin ánimo de ser aguafiestas, puede ocurrir que la maniobra se les vuelva en contra y se encuentren con un pueblo soliviantado por dos desilusiones. Pero aún en el mejor de los casos, proclamándonos campeones mundiales, todos sabemos que semejante ilusión sólo puede servir para distraernos pasajeramente de la cruda realidad a la que tendremos que volver de una u otra forma, tarde o temprano. La cuestión es si estaremos más preparados para enfrentarnos a ella tras un feliz sueño o simplemente estaremos satisfechos de habernos quitado de encima parte de los días amargos que nos queden por vivir de la grave situación en que nos ha colocado la actual crisis económica.

Como ambos estados anímicos se pueden considerar deseables, pongamos, por ahora, toda nuestra confianza en la Selección nacional y vivamos con ella estas ilusionantes jornadas como si nada hubiera pasado o esté por pasar, claro está, hasta donde sea posible hacerlo sin ofender a quienes su dramática situación personal les impide recrearse con espectáculos de cualquier tipo.