El sociólogo González Anleo ha coordinado un informe de la Fundación SM sobre los jóvenes españoles. Se ha quedado perplejo. Resulta que la mitad de nuestros muchachos no tienen confianza en el futuro, carecen de objetivos en la vida y sufren de apatía social. Desprecian los valores que les deberían relacionar con la sociedad, están convencidos de que no existe para ellos un futuro esperanzador y se desentienden de su implicación en asociaciones u organizaciones juveniles, sean éstas de carácter cultural, deportivo, político o religioso. El informe proyecta una concepción pesimista de la llamada "población desarmada" que se nos avecina. A la hora de buscar causas a este desarme moral, nos preguntamos qué ha podido acaecer para llegar a esta situación. Muchos apuntan al clamoroso fallo del sistema educativo, erosionado últimamente todavía más, por la "Educación para la ciudadanía" que, en lugar de formar en valores a nuestros jóvenes, los ha vaciado de ideales y de esperanza. Otros -el Papa incluido- insinúan la incapacidad de los creyentes para comunicar la experiencia gozosa de la fe a las jóvenes generaciones. Finalmente no faltan quienes, siguiendo al filósofo Lipovetsky, defienden que no son los Colegios ni la Iglesia los responsables, sino los padres y madres de familia que han renunciado a educar a sus hijos. Siendo sinceros, todos debemos entonar el "mea culpa" a la hora de enfrentarnos a la cuota de responsabilidad que nos toca. Felizmente, no todos los jóvenes entran a engrosar el número de esta "población desarmada". Los hay extraordinarios, cívica y religiosamente "bien armados". Que sean levadura en la masa.