TEtl pasado domingo feligreses de las tres parroquias rendían sentido homenaje de cariño y agradecimiento a los sacerdotes que ejercemos el ministerio en Almendralejo. Corren "tiempos recios" para la Iglesia, como diría nuestra Santa Teresa. Por eso son más de agradecer gestos como éste. En la Misa de la Purificación, unidos fieles y sacerdotes, se rendían gracias a Dios por el don que supone para los mismos sacerdotes, para la Iglesia y para todo el mundo el sacerdocio ordenado. Es ciertamente un regalo tener sacerdotes en los pueblos. Y el pueblo así lo reconoce sobre todo cuando, a causa de la escasez de vocaciones, tiene que quedarse sin pastor propio y contentarse con las horas que pueda dedicarle el párroco vecino. Y es pena que así sea. En estos tiempos en que comienzan a brillar por su ausencia valores cristianos que están siendo sustituidos por sucedáneos que entretienen, pero no llenan el corazón, corremos el peligro de hacer triste realidad la profecía del Santo Cura de Ars: "Dejad un pueblo sin sacerdote y adorarán a las bestias". Por eso en la Purificación se apeló a la generosidad de nuestros jóvenes a la hora de responder a la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa. Así se asegurará el relevo generacional de los actuales pastores -ya con nuestros años encima- por la savia nueva de una juventud, generosa y solidaria, con fuerzas para servir a los hermanos, especialmente a los más desprotegidos. Una placa de reconocimiento al servicio que los sacerdotes prestamos a la Ciudad, con una imagen del Buen Pastor -"Yo doy la vida por mis ovejas"- quedó fijada en el arco de acceso a la Capilla del Sagrario.¡Gracias, Almendralejo!