Hace un mes fallecía en Roma el salesiano almendralejense Martín Díaz Sánchez. Su cuerpo reposa, esperando la resurrección, en las Catacumbas de San Calixto, en la Via Appia, de la Ciudad Eterna. Las catacumbas son cementerios subterráneos en los que los primitivos cristianos enterraban a los mártires, sacrificados durante las crueles persecuciones que algunos emperadores romanos ordenaron contra los cristianos en los tres primeros siglos de la Iglesia. Durante muchos años la vida de Martín discurrió por aquellos largos pasillos del "laberinto sepulcral". Gozaba enseñando y explicando las pinturas murales, las imágenes, los altares de las pequeñas "capillas" en que se celebraba la Eucaristía, las "micro-historias" escondidas tras cada tumba... Los ojos de Martín -Martino para los italianos- se iluminaban cuando oía hablar en español y, no digamos, cuando el visitante español decía ser de Almendralejo. Entonces su amabilidad, que era mucha, se multiplicaba y rememoraba él los recuerdos de la querida ciudad en la que nació hace ahora setenta y seis años. ¡Cuántos favores dispensó, cuánta ayuda prestó y cuántas "audiencias" papales facilitó a sus queridos paisanos! En mis no raras conversaciones telefónicas con él me manifestaba su preocupación por los problemas de su pueblo y se alegraba cuando le daba buenas noticias. Devoto de la Virgen de la Piedad, vivió, desde la distancia geográfica, la Coronación Canónica de su Patrona con júbilo desbordante. Martín, embajador de Almendralejo en Roma , se nos ha ido al cielo para reunirse con sus queridos mártires de San Calixto. Martín, desde allí ruega al Padre por nosotros.