TNto podemos saber de nosotros sin abrigar lo que fuimos. O sabremos algo mermado, algo quebrado, algo sin goce. Sí, goce porque, además de la sabiduría, está ese poder disfrutar plenamente de las cosas y los hechos, de las calles o las gentes en el conocimiento de las raíces y los orígenes que nos sustentan. Lejos de la vanidad, quien ha descubierto el placer redoblado que produce mirar algo sabiéndolo de lejos, desde la lección de los siglos, difícilmente podrá desengancharse de tal opiáceo, para el que nunca es tarde, para el que siempre se llega a tiempo. El viernes y el sábado próximos, la Tierra de Barros tiene una cita con su pequeña gran historia, en el Centro Cívico de Almendralejo. Es obvio que me refiero a las II Jornadas de Historia que la Asociación Histórica de Almendralejo ha organizado, con recrecido entusiasmo, para aprovechamiento y disfrute de cuantos deseen asistir. Doctos ponentes nos harán conocedores, desde la enjundia de sus investigaciones, del arte de nuestros retablos, o de la economía en aquellos siglos de la Edad Moderna, e incluso de las minorías étnicas que en esa misma cronología formaron parte de nuestros pueblos. Las comunicaciones nos acercarán aspectos variados y enriquecedores que transitan de la arqueología al desarrollo de los espacios urbanos, el análisis de edificios notables de Almendralejo, el recuerdo de ciertos personajes ilustres, entre tantas otras aportaciones que van de la historia de la educación y la medicina, a la antropología, la ideología o incluso el clima. Música coral y bibliografía serán otros espacios lúdicos de tan elevado encuentro investigador y humano.