Dicen que no hay nada más bello en el mundo que dar la vida a otra persona. Y, posiblemente, debe ser igual de hermoso ayudar a darla. Carmen Copín Berrocal es una almendralejense que ha tenido el placer y la profesionalidad de experimentar ambas situaciones. Madre de seis hijos y matrona en más de 7.000 nacimientos. Los tiene todos contabilizados, desde el 3 de julio de 1968 hasta noviembre de 1998, coincidiendo con su jubilación. Su vida cabalga ya por los 88 años y en este tramo final va a recibir el abrazo de todos los almendralejenses en forma de homenaje. El pleno del ayuntamiento, a iniciativa de la asociación de amas de casa, ha aprobado reconocerle toda una vida al servicio de la propia vida erigiendo un monolito en el parque Félix Rodríguez de La Fuente, en los Padres. Un detalle para siempre.

Miles de almendralejenses, algunos incluso de los que leerán estas líneas, vinieron al mundo ayudados por las manos de Carmen Copín Berrocal. Fue siempre una mujer adelantada a los tiempos en una época donde parir era toda una odisea y donde muchas mujeres perdían la vida. Carmen era servicial, afable y, especialmente, profesional. Su vida ha estado repleta de consejos, ayudas y favores a miles de mujeres que vieron en ella su tabla de salvación en un momento tan dulce y delicado como es el embarazo y el parto.

Nacida en enero de 1929, inició su actividad escolar en el colegio de los Padres con solo seis años. Pasó después a Santo Ángel, aunque no pudo acabar sus estudios por una decisión familiar. A los 19 años, por iniciativa propia, los retomó por libre hasta cuarto de bachiller. Decidió entonces iniciar practicante y matrona por libre con formación práctica en Badajoz, haciendo los exámenes en Sevilla. Acabó con 27 años, en 1956. Un año después, se casó con Félix Rodríguez, dedicándose a atender sus responsabilidades familiares. En sus relatos, como curiosidad, cuenta que asistió al parto del primer hijo de Antonia Álvarez, esposa de Leopoldo Capella. Paró su actividad para ser madre y retomó su pasión y vocación en 1969, momento en el que decidió que ayudar a traer niños al mundo sería su vida.

Primero, privado

Empezó siendo matrona a nivel privado en domicilios particulares. Desde 1975 compatibilizó la actividad privada y pública en la Maternidad de Zafra, inaugurada ese año. En 1986 se trasladó hasta Llerena tras cerrarse la de Zafra. Allí estuvo durante dos años en comisión de servicio, momento en el que pidió traslado al Hospital de Mérida, centro donde permaneció hasta su jubilación en 1998, ya con 70 años.

Carmen Copín no era una matrona más. Era La matrona de Almendralejo. Su excepcionalidad residió en su profesionalidad. Cuentan que trabajaba a demanda de lunes a domingo las 24 horas. «Según nos han contado, era normal que estuviera de madrugada descansando y la llamara cualquier mujer para contarle un problema o, simplemente, para que la atendiera en un parto», relata su hijo Félix Rodríguez, quien destaca la valentía de su madre para afrontar muchas situaciones «en una época sin tantos adelantos como existen hoy».

Las amas de casa han recogido muchas historias de mujeres que acudían a Carmen Copín porque nunca habían visitado a un médico y les atemorizaba enfrentarse a un embarazo. Otras mujeres que acudían a su casa por cualquier dolencia y lo hacían sin una sola prueba ni ecografía. Carmen siempre estaba disponible y, la mayoría de las consultas, las atendía de manera totalmente altruista. Cuentan que, en ocasiones, con una gallina y un par de latas de conservas quedaba saldada la deuda por la atención domiciliaria. «Lo suyo era pura vocación», apunta su hija María del Carmen Rodríguez.

Otra particularidad de la vida de Carmen es que siempre estaba para una paisana suya. Estando trabajando en Zafra o en Llerena, familias de Almendralejo pedían expresamente que fuese ella la que asistiera al parto de sus mujeres.

Además de atender a miles de mujeres que dieron a luz durante tres décadas, la matrona almendralejense supo dar consejos a todas sobre cómo cuidarse durante el embarazo, qué debían hacer, cómo adaptarse a la lactancia, o qué ungüentos caseros utilizar para cuidar grietas o heridas. Era una época en la que el embarazo era un tema tabú. Las mujeres apenas hablaban entre ellas sobre cómo era la experiencia de parir, de mamar o de cualquier tema relacionado con la ginecología.

Desde la asociación de amas de casa consideran que es digno este homenaje que tendrá en un rincón de Almendralejo una mujer que «ayudaba a dar vida y salvar vidas».