Fue el degollador de la primera botella de cava extremeño allá por la década de los 80, un momento histórico que supuso la revolución del cava en la región. Su nombre, junto al de otros empresarios como Marcelino Díaz o Pablo Juárez, siempre tendrá reservado un espacio privilegiado en la historia de la comunidad. Ingeniero técnico químico, enólogo y valiente. El precursor en la elaboración de cava en Extremadura supo distinguir hace ya casi 30 años que este producto podía convertirse en un tesoro para los extremeños con una buena producción y comercialización. El alma mater de Bodegas Vía de la Plata revolucionó el mercado y situó al cava extremeño dentro de la Denominación de Origen de Cava, posicionándolo en los mercados nacionales e internacionales, compitiendo a la altura de los mejores espumosos del mundo. A sus 70 años, ya jubilado, comparte de su experiencia y sabiduría impartiendo seminarios y charlas a todos aquellos que quieren saber más del cava, el vino y los alimentos en general. Ahora que el cava extremeño había tomado vuelo firme, las pretensiones del consejo regulador de limitar las plantaciones de viñedo con destino a cava asoman con una sombra que amenaza el crecimiento económico por esta rama.

--¿Qué le parece la pretensión del consejo regulador sobre estas limitaciones?

--Acumulamos 30 años de cava en la región y solo tenemos 500 hectáreas. Eso es muy pobre. Puede que haya una superproducción de cava, pero no es achacable a lo emergente. Habría que darle más prestigio al cava que elaboramos. Ahora han llegado unas marcas emergentes que solo quieren vender cantidad y no calidad. Un comercial sueco con el que pude hablar no hace mucho me dijo que no comprendía cómo había un cava español por Europa a 2 euros y un prosecco italiano a 5 euros, cuando todos sabemos que las condiciones de elaboración en España son de mucha mejor calidad. A lo emergente no se le puede poner cortapisas.

--Desde el consejo regulador temen que haya situaciones de sobreofertas que repercutan en los precios y en la estabilidad del sector. ¿Lo ve así?

--Deberían pensar en cómo trabajar mejor. El cava vende 250 millones de botellas, mientras que el champagne, que vale diez veces más, vende 300 millones de botellas. No es el precio, sino saberlo hacer bien y dar una calidad con arreglo a la categoría del producto. El sector ama al champagne y hay que intentar que el que se meta en el mundo del cava, lo ame también.

--¿Considera que puede haber presiones externas de otras zonas de España?

--Cuando uno empieza tarde, aprieta y vienen cosas en contra tiendes a pensar que puede ser eso, pero no lo creo. Es posible que haya alguna presión, pero no debería inquietarnos. La saturación del mercado es relativa. ¿Quién puede decir cuál es el techo del cava? ¿250 millones de botellas? Si tu haces algo excepcional puedes vender 1.000 si quieres. La sobreoferta es una estupidez cuando un producto diez veces más caro (champagne) se vende en más cantidad.

--¿Qué supondría para el cava extremeño esta limitación?

--Una mala noticia, claro. Habría que comprar vinos de base en otras zonas y elaborar el cava en Extremadura.

--La Junta, Asevex, Almendralejo, bodegueros, empresarios… todos se han unido para protestar contra esta limitación. ¿Será suficiente?

--Más no se puede hacer, pero parece difícil con la negación de sólo una comunidad. Eso sí, podría suscitarse esa concienciación de que no pueden existir límites para un producto que es algo excepcional. Parece mentira, estamos en un mundo de libertades y parece de prohibiciones.

--A día de hoy, ¿el cava extremeño está a la altura de calidad de otros cavas como, por ejemplo, el catalán?

--Todavía no. Nos llevan muchos años de diferencia, pero hasta yo me sorprendo ya de la calidad de nuestros cavas. E incido en el terreno que tenemos, una riqueza tremenda y fabulosa que debemos explotar.

--¿Se imaginaba hace 30 años que algún día Extremadura sobrepasaría los cinco millones de botellas de cava producidas?

--Eso era impensable. En los 80 los hosteleros pasaban de nosotros. Ni en la boda de tus mejores amigos ponían tu botella. Ser profeta en la tierra nunca ha sido fácil. Luego se dieron cuenta de que era un producto serio y de calidad, no regionalista. Y lo conseguimos.

--Por cierto, sigue ligado al sector y ahora imparte charlas y seminarios sobre el cava y otros alimentos. ¿Qué tal le va?

--La experiencia resultante es muy buena. Trato de inculcar a los consumidores que hay que saber por qué unos productos valen más que otros. Hay que leer las etiquetas y saber por qué artículos de la misma línea tienen un añadido.