TLtos avisos de la temporada cultural de otoño han comenzado a inundar nuestros buzones y, como añadido, nos previenen que se inicia la vorágine de muchos compromisos (deleitosos sin duda, pero cuajados de vigilias y trabajo añadido sin remuneración alguna). Anticipos del otoño hemos tenido ya, aunque no nos acompañe la meteorología y se resistan los cielos a suavizar este largo y angustioso verano de Extremadura. De los muchos eventos recién celebrados me gustaría reseñar dos por la cercanía de ambos respecto a Almendralejo. El día 6 de septiembre asistimos a la entrega de los premios Extremadura a la Creación (por fortuna fue una noche fresca y en ese frescor luego muy amena la tertulia en la terraza del López de Ayala de Badajoz). Para algunos de nosotros la velada rezumaba tanta emoción como alegría: se reconocía la labor de un poeta al que admiro desde largos años atrás. El libro Apócrifos de marzo de nuestro paisano (así, más que convecino, lo llamo) José Antonio Zambrano brillaba por su mérito y finura literaria en las más altas esferas creativas, amparadas por las autoridades políticas y por tantos seguidores anónimos que allí nos dimos cita (los aplausos de los almendralejenses se hicieron notar en la sala). La segunda cita (eludo mi felicidad el día 7 por las Medallas que algunos amigos recibieron) tenía lugar el día 10 también en el Teatro Romano, pues se cumple el centenario del inicio de las excavaciones arqueológicas en Mérida. Deberían ser estos meses un jubileo de todos los extremeños a esa maravilla del ¿pasado? Las indulgencias todas se ganan con la vista y con la fortuna del tiempo retenido.