Quizás pocos textos me hayan hecho disfrutar tanto en los últimos tiempos como la Pequeña Historia de España de Manuel Fernández Alvarez. Es verdad que el placer me llega en sobreabundancia por la complicidad que me ha brindado un niño de 7 años y la fascinación que la obra ha ejercido en él, que sigue ejerciendo en él, hasta tal punto que ese niño, que es mi hijo, ha colocado entre sus objetos más preciados este libro, tal vez porque, a diferencia de otros chismes que le rodean, las deliciosas páginas escritas por el sabio académico, tienen alma . A la facilidad y pulcritud de la prosa unió el escritor la ternura, el sentido del humor, la esperanza y esa capacidad que sólo unos pocos alcanzan, la de enseñar entreteniendo. Acabamos de celebrar el Día del Libro y la próxima semana Almendralejo acogerá la Feria al Libro dedicada. Se me ocurre que es buen momento para que niños y adultos rindan su homenaje a este historiador que tuvo un día la deferencia de estar en nuestro pueblo y que, como tierno abuelo de sus lectores, descendió desde su sillón de Academia para tornarse niño y hacer de los pequeños compañeros de su curiosidad por nuestro pasado. Iluminado por los deliciosos dibujos de Iulius, las páginas de Fernández Alvarez han arrancado de nosotros risas y lágrimas y sobre todo mucha capacidad de reflexión. Esta prodigiosa idea del académico (y su éxito) hizo que la Editorial Espasa Calpe crease una nueva colección, que no podemos sino recomendar encarecidamente a los lectores. Descanse feliz, Don Manuel, en ese lugar que sólo alcanzan quienes se hacen niños, como usted en su Historia.