TCtomo saben mis lectores, no tengo hijos. Espirituales, muchos; con mi ADN, ninguno. Pero si yo tuviera hijas, sobre todo menores, me iba a oír la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez.

Presentó el otro día, como fórmula inmejorable para evitar embarazos no deseados, la píldora -casi siempre abortiva- del día después. Y no le dolieron prendas a la recién nombrada ministra de Sanidad al propalar a los cuatro vientos que la dicha pastillita no tiene contraindicación alguna, que se puede comprar en cualquier farmacia por unos 20 euros, que no es necesario tener receta médica y que puede tener acceso a ella cualquier persona, tenga la edad que tenga.

Total, que la píldora en cuestión es como un chicle de menta o una gominola de fresa, un poco cara, eso sí, al alcance de cualquier niña. Como no pocas decisiones del Gobierno, también ésta ha suscitado inmediatamente, como no podía ser menos, encendida polémica y densa polvareda.

No entro ahora en la valoración moral pero...¿puede banalizarse tan alegremente un tema tan delicado? Contra las manifestaciones de la Ministra han saltado enseguida Asociaciones y Colegios de Médicos y Farmacéuticos diciendo que sí; que la píldora puede tener efectos secundarios nocivos para la salud y contraindicaciones que, en algunos casos, pueden desembocar en trombos.

¿A quién pedirán responsabilidades los padres de una menor en esta circunstancia? Yo se las exigiría a la señora.ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez.