TUtn profesor madrileño, con el fin de conocer de cerca el ambiente que frecuentaban sus alumnos, decidió pasar una noche de ´botellón´. Días después, compareció en una emisora de Radio para contar la impresión que le produjo aquella experiencia, nada edificante por cierto. Según manifestó, la última moda es el T.G.V. (tren de alta velocidad) que es un juego inventado para la iniciación de los novatos: deben beberse un vaso de tequila, otro de ginebra y, si todavía el cuerpo no se ha derrumbado, terminar con un lingotazo de vodka. Si a este se añade que al alcohol suele acompañar la droga, la bomba explosiva está a punto de estallar. El cuerpo se va habituando y cada vez se necesitan dosis mayores para llegar a la subida y después al subidón que es el paroxismo. Una chica confesó al profesor que comenzó con una pastilla y, al poco tiempo, ya necesitaba nada menos que ocho. Al preguntarle que de dónde sacaba la pasta " que todo aquello costaba, la chica con todo desenfado se señaló su propio cuerpo. Lo más penoso es que los jóvenes a eso le llaman "disfrutar de la libertad". Libertad que consiste en echarse encima unas cadenas que tienen que arrastrar ya mientras vivan: drogadicción, alcoholismo, sexo desenfrenado, ludopatía, robo...Menos mal que no es así toda la juventud. No son pocos los muchachos y chicas responsables, estudiosos, comprometidos que dan horas de su tiempo libre a asociaciones religiosas y oenegés. Para servir y ayudar a necesitados. Lo que pasa es que todos estos trabajan sin alharacas, sin ruido y hay que saber descubrirlos en la sombra.