Indudablemente, un proceso de elecciones primarias en un partido político es en sí mismo un acto democrático saludable, pero en el que ha tenido lugar estos días en la Federación Socialista madrileña ha habido algo más que un loable deseo de elegir al candidato más cualificado.

Si todo es lo que aparenta, una vez más David a derribado a Goliath. Y de ello podemos alegrarnos por natural empatía con el más débil, pero, ¡ojo! esto suele ocurrir más por nuestra oposición a un abuso de poder por parte del gigante (o quien lo representa) que por los méritos propios del que osa enfrentarse a él. Queremos decir que más tarde podríamos lamentar la derrota del poderoso y reconocer que la razón estaba de su parte. En tal caso, la culpa de que ésta no se haya impuesto recaerá totalmente en quien pudiendo usar la fuerza de la razón para convencernos, ha utilizado, por contra, la razón de la fuerza; a la que suele recurrir el poderoso en cuanto percibe el más mínimo movimiento que ponga en peligro su posición dominante. Así ha sido siempre y así seguirá siendo, e igualmente ocurre con la única forma que tenemos de expresar nuestro desacuerdo con quien de ese modo actúa, que es ponernos emocionalmente en su contra, aunque esto pueda ser lo menos conveniente. Entonces, en estas primarias socialistas madrileñas ¿quién es el culpable de toda la parte negativa habida en el proceso? Pues..., se sospecha que en los aledaños del poder hay más de uno entre quienes tienen partes delegadas del mismo. Esperemos que éstos hayan aprendido la lección y no pretendan ahora iniciar un oscuro proceso de "Secundarias" para recuperar terreno.