Sin que, hasta la fecha, nadie se atreva no solo a pedir cuentas, ni siquiera a señalar a ningún tipo de organismo ni entidad, como culpable de toda la crisis que nos han traído encima, lo más relevante hasta el momento es que se ha salido en defensa de uno de los principales artífices de la crisis: los bancos.

Aparte de ello, hasta ahora, no ha habido ninguna medida relevante que pueda suponer ni siquiera una esperanza de que la crisis va a ser superada gracias a unas soluciones concretas, que hayan sido tomadas ni por el gobierno, ni por ninguna otra entidad. Nos hemos quedado atónitos al comprobar que esos sesudos señores del Fondo Monetario Internacional (FMI), o del Banco Mundial, o de todos esos organismos y organizaciones que tanta fuerza tienen en la economía, y en la planificación de ella, como la OCDE entre otras, lejos de entonar algún tipo de autocrítica, se han limitado de momento a asegurarse que se van a mantener los mismos principios económicos que nos han traído hasta aquí, y que nos han hecho tan vulnerables en esta crisis económica.

El próximo día 15, parece ser que, por fin, nuestro presidente del Gobierno, va a poder sentarse en una de esas célebres reuniones, en las que ante las cuales todos ponemos nuestras esperanzas, para que a la conclusión de ella recibamos buenas palabras y buenos propósitos, y más tarde el tiempo se encargará de diluir todas esas expectativas. Ni con ZP, ni sin él, no deberíamos de esperar mucho de esa reunión, y ojala no tengamos que recordarla como la quimera de Washington.