La vida política parece transcurrir últimamente como en un plató televisivo. El lenguaje de algunos de sus protagonistas no tiene nada que envidiar al de "la Belén", la rutilante estrella de la cadena "alegre", que no es precisamente la estrella de Belén, aunque sirva de guía a los productores de otras cadenas para su contraprogramación. Aquí cabría preguntarse: ¿quién imita a quién? Porque lo de animar al personal, especialmente a los del propio partido, lanzando soeces invectivas contra los oponente políticos viene ya de largo. ¿Quién no recuerda los animados mítines de aquella otra estrella política de apellido bélico y aguerrida lengua? Pero, quedándonos en el presente, lo cierto es que las palabras con claras connotaciones sexistas negativas pronunciadas recientemente por el alcalde de Valladolid, refiriéndose a la actual ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, Leire Pajín, han sobrepasado lo moralmente aceptable en política, acercando ésta un poco más a los guiones televisivos de los programas del corazón. Así, ofreciendo diversión y espectáculo en la contienda política -sobre todo, para gozo y deleite de los suyos-, buscan algunos políticos asegurarse un mayor eco mediático de lo que dicen y hacen, esperando ganar adeptos entre la audiencia. Quizá se sientan animados por el resultado de algunas encuestas que prometen a "la princesa del pueblo" un porcentaje de votos superior al de un importante e histórico partido si ella decidiera presentarse a las próximas elecciones. En fin, política-entretenimiento cuando menos la necesitamos. Que alguien nos baje de la noria o acabaremos gritando ¡sálvame!.