TEtl Parlamento catalán está a punto de acabar con la fiesta taurina. Conociendo el percal, como también decimos aquí, es difícil creer que a los políticos catalanes sólo les mueve un motivo: la sensibilidad al maltrato de los animales. Más nos parece que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, esto es, que las asociaciones antitaurinas han removido convenientemente el asunto, lo que realmente se pretende es dar un paso más en la línea de acabar con el arraigo de expresiones tradicionales de la identidad cultural española, que ellos consideran opuesta y distinta a la catalana. Así, quieren presentar las corridas de toros como una manifestación cultural foránea e impropia de la muy civilizada Cataluña, un caballo de Troya cultural introducido en esa nación catalana por el imperialismo español. Pero, esto es tan irreal que ahora posiblemente veremos a los aficionados catalanes desplazarse hasta Perpiñan, en la Cataluña francesa, para disfrutar de los toros.

Si realmente, a los diputados catalanes, sólo les preocupara el hecho de una inaceptable crueldad con los animales, podrían promover la prohibición de los aspectos más incivilizados de los festejos taurinos: no matar, ni picar, ni banderillear al toro; o sea, quedar el toreo en lo que se supone que es: el arte de burlar al toro, tal como ya se realiza en Portugal. Quizá, pensamos algunos, la tauromaquia estaría así más cerca de su lejano antecedente cretense. Porque, recordemos, ésta tradición es más mediterránea que atlántica. Y, mira por donde, Cataluña ya cantaba en boca de Serrat aquello de: "...que le voy hacer, si yo nací en e Mediterráneo.