Tiene 69 años y acaba de ser reconocida con el Premio a la Mujer del Año 2017 en Almendralejo. Su vida ha girado en torno al cante de flamenco y copa, primero como aficionado y luego como profesional. Emprendedora en una sociedad, la década de los 70, en la que solo los hombres parecían tener los caminos libres para los negocios. María Muñoz Poblado ve reconocida ahora su trayectoria como cantaora profesional, una carrera que le llevó por varios países europeos y que colmó una pasión desde pequeñita. Su vida, repleta de emociones y espectáculos en tablados, no ha sido todo color de rosa. Sacrificó ser madre por hacer realidad su sueño, aunque reconoce que siempre pudo hacer lo que quiso.

-Por fin ve reconocida su trayectoria. ¿Cómo se siente?

--Muy feliz. Siempre me alegraba de los reconocimientos ajenos, pero pensaba si mi carrera lo merecía. Me vine de Alemania y puse un negocio en Almendralejo (el tablado flamenco Rincón Extremeño) que abrió muchas oportunidades en el pueblo. Creo que hice bastantes cosas por esta ciudad, en su momento.

-Ha sido artista y empresaria. ¿Qué le motivó más?

--Sin duda, la de artista. Lo de ser empresaria fue más bien para darle a mi pueblo algo que creo que de no haberlo hecho nunca lo hubiera tenido en aquellos años.

-Decidió ser cantaora, incluso por encima de ser madre.

--Tuve que elegir entre ser una profesional de lo que siempre ha sido mi sueño o una mujer común de la época. Lo tuve claro desde muy pequeña. Desde que a los tres años ya cantaba canciones antes de que empezara el cine delante de mucha gente que esperaba la película. Tuve claro que no iba a permitir algo que me impidiera ser libre y cumplir mis sueños.

-¿Fue de las primeras almendralejenses en salir en televisión?

--Eso fue gracias a mi amiga Mati, que decidió escribir sin que yo supiera nada al programa La gran ocasión, una especie de Operación Triunfo allá por 1973. Tuve la prueba en Madrid y me seleccionaron. Recuerdo que, como fue grabado, a los vecinos les sorprendió verme en televisión y, a los pocos minutos, en la calle. Había muy pocas televisiones por la época y mucha ignorancia.

-¿Le abrió puertas la televisión?

--No, más bien me hizo ver que si quería ser una cantaora profesional no podía hacerlo desde Almendralejo. Allí solo cantaba saetas a los pasos de Semana Santa y en las ferias de los pueblos. Decidí irme a Barcelona y compatibilizar mi afición con un trabajo en la Seat.

-¿Y cómo fue profesional?

--Ensayaba con músicos en Badalona y Barcelona. Una noche, en una actuación, un guitarrista me propuso irme a Alemania, con contrato incluido. Necesitaban una cantaora para una sala de español en Alemania. Solo me pidieron un traje de flamenco bien hecho y el pasaporte. Y allí me fui.

-¿Sin saber alemán?

--Sin saber nada. Allí estuve ocho años y pude recorrer escenarios de Estrasburgo, Londres y otras ciudades europeas. Una experiencia maravillosa.

-¿Una vida envidiable?

--No lo creas. La vida de la noche no es todo una vida de rosas. Es bonita, pero a la vez compleja. Tuve que tener muy bien los pies en el suelo para no caer en muchos vicios que se me ofrecieron. Ahí tuve la personalidad de no volverme loca.

-La vida ha cambiado para los jóvenes. ¿Qué les aconseja?

--Que aprovechen sus oportunidades. Si yo hubiera nacido en una época como la actual, quizá hubiera sido una cantaora más reconocida, pero carecía de recursos y medios para ello.