TDtespués de cuatro meses de silencio entro de nuevo en casa de mis lectores. Con pudor, para no profanar su intimidad; pero con la confianza que me da el haber gozado de su amistad durante estos, ya largos, años de cercanía a través del papel impreso. El verano ha sido cálido -tórrido, más bien- aunque yo mitigué sus calores aceptando, como siempre, la hospitalidad de mi hermano Ezequiel que goza del privilegio de vivir hace ya mucho tiempo en tierras de Galicia. Allí, acordándome de Almendralejo y de sus gentes, recé por todos y os tuve bien presentes en las fiestas de nuestra Patrona, la Virgen de la Piedad.

De los 23 años de mi estancia aquí, éste fue el primero que no estuve junto a Ella en su gran día. Esta vez me he convertido en un "emigrante" más. Ahora me siento más solidario con todos los almendralejenses que, a lo largo de su vida, están lejos -en la distancia, que no en el corazón- de su Ciudad.

Desde la lejanía he comprendido sus sentimientos, añoranzas y "vivencias": "Ahora se está celebrando la Novena... En este momento le están cambiando el manto a la Virgen.. .Ya le están rezando las Monjas en la calle Palacios...Le ofrecen el primer mosto de la vendimia...Y el l5, de mañanita, el Atrio se convierte en Templo abierto: ¿3.000? ¿4.000 personas?". He vivido muy cerca estas fiestas de la Piedad. Gracias al confidente que, móvil en mano, anulaba cada noche los 700 kilómetros de distancia.

Ahora me siento más solidario con todos los almendralejenses emigrantes que viven todo el año con su corazón bajo el manto de su querida Virgen de la Piedad.