Miguel Martín (Almendralejo, 1990) es uno los muchos extremeños que está viviendo en primera persona el proceso independentista de Cataluña y las consecuencias políticas, económicas y sociales que todo ello está conllevando. Por motivos laborales, tuvo que marcharse el pasado mes de febrero a Cataluña, donde reside con su pareja, Carolina, que es de nacionalidad argentina, pero residente en Lucena (Córdoba). Miguel es ortopeda y trabaja en una farmacia de Tortosa (Tarragona), situada en plena Ribera del Ebro y uno de los puntos con más porcentaje de independentistas de la comunidad. Las fachadas y balcones de los edificios de esta localidad tarraconense están repletas de banderas de Cataluña y muchas de ellas de signos independentistas. Miguel se desplaza cada mañana a Mora de Ebro, un municipio situado a unos 40 kilómetros de su residencia, también a favor de la independencia. En uno de sus descansos nos cuenta cómo está viviendo el verdadero conflicto catalán.

--¿Cómo está viviendo estas semanas en Cataluña?

--Hombre, la verdad es que no es una situación agradable para nadie. Vivo en una zona donde la gente de corte independentista se expresa más. Suele suceder en la Cataluña interior. Digamos que hay tres zonas. Una la conforman las capitales de Tarragona y Barcelona, a la que llaman ‘Tabarnia’. Otra es la zona costera, donde al haber muchos extranjeros el independentismo es menor. Y luego está la nuestra, los pueblos de la Ribera del Ebro. Aquí todos los municipios tienen una bandera catalana a la entrada y la mayoría están gobernados por Junts pel Sí y la CUP.

--¿Y le está afectando a un español no catalán como usted?

--Sí, claro. Por aquí hay muchos extremeños y andaluces con familia en sus regiones de origen y para nosotros es incómodo vivir en una sociedad tan convulsa.

--¿Le llaman preocupados desde casa?

--A diario. Es evidente. Ven el revuelo de los cuatro radicales que lo mueven todo y se preocupan. Me piden que no me meta en jaleos, que agache la cabeza y que me dedique a lo mío. En estos pueblos la gente se expresa más y tiene el sentimiento catalán más arraigado. De primeras, el 95% te habla en catalán. Y cuando les respondes en castellano, alguno ni siquiera te sigue hablando.

--¿Crees que hay hispanofobia donde vive?

--En ciertos sectores sí se percibe odio a lo español. Y en estos momentos, más.

--¿Y ese estado de convulsión llega al miedo?

--No tanto. Al menos en nuestro caso (habla por su pareja también). Es normal que te asustes con tanto revuelto, pero no tanto como miedo. Lo que si tengo claro es que tenemos que defender nuestras ideas.

--En los círculos sociales en los que se mueve, ¿hay gente a favor de la independencia?

--Sí, claro. Tenemos muchos grupos, tanto en redes como en la calle, con gente que piensa de distinta manera. Entendemos que somos amigos y no estiramos la cuerda, pero hay tiranteces .

--¿Percibe tensión en las calles?

--Percibo que se dicen muchas tonterías. Algunos se suman al carro del independentismo por seguir a ciertos grupos, pero sin realmente profundizar en sus consecuencias. El otro día me encontré un grupo de jóvenes que querían hacerme ver por qué España da menos a Cataluña de lo que Cataluña entrega a España. Todo muy superficial.

--¿Se ha planteado venirse?

--No, no. Al menos siempre que me vaya bien en mi trabajo. Ahora estoy bien y espero que esta situación se solucione.

--Y en su empresa, ¿algún problema?

--Bueno, de todo. Mis responsables no son catalanes, aunque trabajen con muchas entidades y empresas de esta zona. A ellos sí les he visto preocupados de verdad, especialmente con el movimiento de la banca y las empresas. Hay mucha preocupación e incertidumbre y sé de otros negocios de la localidad que tendrían que cerrar porque suelen comercializar solo con españoles. De hecho, íbamos a trabajar el día de la huelga general, pero nos recomendaron sutilmente que no lo hiciéramos.

--¿Cómo vivió la manifestación de Barcelona celebrada el pasado domingo a favor de la unidad del país?

--Estuve fuera, pero hubiera ido con mi bandera de España. Yo nunca he sido un españolito de a pie, la verdad, pero después de vivir aquí y ver algunos pensamientos, aprendes a valorar más lo bueno de España.