Al hacer balance sobre el año que termina, no me mueve un afán exhaustivo, ni mucho menos. Tan es así que me limitaré a hablar de aquello que mejor conozco: la cultura y, aun así, de la literaria, por cerrar todavía más el círculo. Dos noticias que son una sola (pues que suceden el mismo día y forman parte de lo mismo) centran, a mi modo de ver, este aspecto: la histórica inauguración en Badajoz, el pasado 23 de abril, de la Biblioteca Regional de Extremadura (cabeza y motor del sistema bibliotecario extremeño) y la firma por parte de treinta y ocho entidades públicas y privadas del Pacto Extremeño por la Lectura. A eso hemos de unir la promulgación mediante decreto del Plan Regional de Fomento de la Lectura, donde esas dos acciones se enmarcan. Las tres medidas inciden en tres deseos que se resumen también en uno sólo: incrementar el índice de lecturas por encima de la media nacional (muy baja, del 35% según el último sondeo, ínfimas respecto a las medias del resto de Europa), aumentar indicadores de uso de las bibliotecas públicas y escolares y potenciar el sector editorial y el sector librero sin perder de vista el apoyo decidido a la creación literaria. Esta tarea, tan compleja como apasionante, bien merece del esfuerzo de todos, en especial de los que estamos convencidos de que la lectura sigue siendo la llave de plata del conocimiento, acaso la operación intelectual más brillante de cuantas asimila el ser humano; de los persuadidos, en fin, de que una sociedad que lee es más libre, más crítica, más democrática y, en consecuencia, más feliz.

Tras el establecimiento, gracias a una política cultural seria y constructiva, de las infraestructuras básicas (una biblioteca en cada pueblo) y de otras medidas paralelas, tales como las ayudas a la edición de libros, las becas a la creación literaria o la implantación de los Talleres de Relato y Poesía, así como el apoyo decidido a las Aulas Literarias de la Asociación de Escritores y a otras iniciativas privadas, sólo quedaba ya emprender esta última batalla que no es sino el hermoso trasunto de una romántica revolución pendiente.