Cuando ya se han lanzado más de 2.000 bombas y misiles de gran potencia sobre Bagdad y otras ciudades de Irak, y se han librado al menos dos grandes batallas al sur del país --en Basora y Nasiriya--, al tiempo que continúan los combates esporádicos en Um Qasar, los datos sobre el número de víctimas iraquís en la segunda guerra del Golfo son inexistentes o ridículos.

Según los increíbles balances presentados por el Gobierno iraquí, en 24 horas de pavorosos bombardeos sobre Bagdad sólo han muerto tres personas y 207 han sido heridas, con lo que el número de personas con daños físicos desde el inicio de la ofensiva --en la madrugada del jueves-- se eleva, en total, a 250. Ni una palabra del régimen de Sadam Husein sobre los caídos en combate con las tropas anglo-norteamericanas. Estas últimas sólo informan sobre sus propias bajas --por cierto, mucho más numerosas en simples accidentes de helicópteros (19 muertos) que en combate (sólo seis)-- y nada dicen de los muertos que han causado a los defensores.

MUERTES SILENCIADAS

Esta doble ocultación tiene motivos obvios. Al régimen iraquí no le interesa en absoluto mostrar sus bajas --especialmente, en el frente de batalla--, puesto que desmoralizaría a sus tropas. Por su parte, al mando aliado lo que más le preocupa es que parezca que está cometiendo una carnicería, por lo que únicamente comunica el estado de los heridos y prisioneros enemigos --por supuesto, tratados con exquisito cuidado y beneficiándose de atención médica (en el buque hospital desplazado al Golfo)-- que jamás habrían disfrutado en su propio país.

En resumen, una guerra en la que los muertos iraquís son silenciados, incluso negados, por ambos bandos en lucha. Un fenómeno habitual en los conflictos bélicos, cuando el encubrimiento y el engaño se convierten en factores tan importantes para la victoria como las propias operaciones bélicas.

El capitán Andrew Bergen, de la Primera División de Marines de Estados Unidos, anunció ayer tarde: "El enemigo ha sido derrotado en las afueras de Basora y hay muchísimos detenidos, diría que cientos. Es ciertamente una gran victoria, especialmente por el limitado número de bajas". Pero se refería a las propias y no hizo mención a los defensores muertos en una batalla de todo un día entre sus fuerzas y "la 51 División Mecanizada iraquí".

Ahora bien, resulta que los 8.000 hombres de esa misma 51 División se habían rendido incondicionalmente el día anterior, según fuentes militares norteamericanas, por lo que era bastante extraño que ayer librasen duros combates con los marines. También en la liberada población portuaria de Um Qasar volvieron a registrarse escaramuzas contra bolsas de resistencia, al día siguiente de su "conquista total" por las fuerzas invasoras.

En cualquier caso, nada se sabe de los iraquís que perecieron en esas contiendas y sólo la televisión qatarí Al Jazira ha estimado en 50 el número de civiles muertos por los bombardeos en Basora. Igual que se ignora cuántas víctimas causó ayer mismo el nuevo diluvio de fuego que Estados Unidos descargó sobre la capital iraquí, Bagdad.

ESPAÑA RESPONDE

Sin embargo, las pavorosas imágenes de las monstruosas explosiones que sacuden la capital iraquí sin cesar han galvanizado la movilización popular contra la guerra, que se extendió ayer como una gigantesca oleada de indignación en todo el mundo. A pesar de que la guerra es ya imparable, numerosas ciudades españolas respondieron al apremiante llamamiento pacifista y millones de personas inundaron las calles de nuestro país en una colosal manifestación contra la política belicista del presidente norteamericano, George Bush, y del presidente del Gobierno, José María Aznar.

De esta forma, fueron imponentes las marchas contra la guerra en todo el país --con miles de personas desfilando en las capitales de provincia y muchas otras poblaciones-- y destacó especialmente la de Madrid --con cientos de miles de personas en la calle-- y las de casi todo el mundo. Las mayores manifestaciones se celebraron en Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia. En Estados Unidos, también se congregaron grandes multitudes ante la Casa Blanca. Y en Nueva York 150.000 norteamericanos tomaron el centro de Manhattan.

Entretanto, en el campo de batalla las columnas blindadas norteamericanas seguían su cabalgada hacia Bagdad y, tras capturar la estratégica ciudad de Nasiriya y asegurarse el control de los puentes sobre el río Eufrates, la Tercera División de Infantería Mecanizada avanzaba anoche hacia el norte, tras haber penetrado 240 kilómetros dentro de Irak. A última hora, se registraban combates entre fuerzas estadounidense e iraquís en el desierto cerca de Najaf, a sólo 160 kilómetros de la capital.

LAS FUERZAS INVASADORAS

El comandante de las fuerzas invasoras, general Tommy Franks, dio su primera rueda de prensa, en Doha, para prometer una campaña militar "como ninguna otra en la historia". No obstante, la resistencia iraquí empezaba a recrudecerse en diversos frentes y sobre el terreno el coronel Thomas Waldhauser, comandante de 15 Unidad Expedicionaria, reconocía: "Probablemente, no va a ir todo tan rápido como nos habría gustado".

LA TOMA DEL PUERTO DEL PAIS

Aun así, la captura de Um Qasar --único acceso marítimo de Irak-- permitirá el desembarco de otras dos divisiones y la conquista de Irak se ejecutará mediante sucesivas oleadas desde el sur. Sobre todo, después de que el Pentágono renunciase a entrar a través de Turquía en el norte del país y diera órdenes a la Cuarta División de Infantería de dirigirse hacia el Golfo con sus tanques pesados y vehículos blindados.

Pero ese movimiento dejaba manos libres a Turquía para apoderarse del norte de Irak y emprender una guerra dentro de la guerra con las milicias armadas kurdas que controlan el Kurdistán iraquí.

El general estadounidense Franks advirtió también ayer en otro momento de su intervención televisada desde su cuartel general que "puede que tengamos días muy duros por delante". Sin duda, el norteamericano tiene razón en ese punto, pero serán especialmente dolorosos para las víctimas de la invasión iraquí --y sus familiares--, aunque los muertos no tengan nombres en los partes de guerra.