Cuando los primeros cadáveres de soldados caídos en Irak han comenzado a llegar a EEUU y la opinión pública del país empieza a dudar sobre la marcha de la guerra, tras sólo una semana de combates, el presidente Bush se trasladó ayer al Comando Central de EEUU en Florida para arengar a las tropas y reforzar su moral ante una guerra que, "lejos de acabarse", se presenta más difícil de lo previsto por Washington.

"El camino que estamos tomando no es fácil y puede ser largo", advirtió el presidente ante dos millares de soldados reunidos en un hangar de la base aérea de McDill, para escucharle. "Seguiremos por ese camino, milla tras milla, hasta Bagdad y hasta la victoria", clamó, recogiendo enardecidos vítores. Pero su triunfalismo estuvo teñido de cautela, porque en lugar de proclamar que su Ejército "está progresando más rápido de lo previsto", como figuraba en su discurso, Bush optó por tachar la frase y conformarse con señalar que EEUU "hace buenos progresos".

Esto no es lo que piensan los ciudadanos. Un sondeo del prestigioso Pew Research Center de Washington reveló ayer que apenas un 38% de los estadounidenses consideraban el lunes que la guerra marcha bien, frente al 71% que lo veía así el viernes.

Ayer, Bush se defendió: "Tenemos un plan efectivo de batalla y la flexibilidad de enfrentarnos a cualquier desafío", dijo. Tal flexibilidad pareció aludir al cambio de estrategia de los altos mandos estadounidenses, que horas antes decidieron concentrarse en eliminar los focos de resistencia iraquí que hostigan su retaguardia, antes de reanudar la marcha hacia Bagdad. Aunque recalcó que "se acerca el día del juicio final para Sadam", Bush se mostró cauto y advirtió de que "se desconoce la duración de esta guerra".

Estados Unidos no ofrecerá al régimen de Sadam un alto el fuego porque sería "darle una oportunidad", declaró en una entrevista a la cadena de televisión qatarí Al Jazira el secretario de Estado de EEUU, Colin Powell.