Hacía días que los periodistas extranjeros bromeaban con la posibilidad de que cualquier mañana, al levantarse a desayunar, iban a encontrarse a los marines estadounidenses en la recepción del hotel Palestina. Y poco faltó para que la premonición se cumpliera. Ayer, tras ver interrumpido su sueño por las ráfagas de ametralladoras y los disparos de artillería, los periodistas se levantaron de la cama, y algunos en pijama y otros en ropa interior, pudieron ver la guerra desde su balcón.

A muchos les costaba creer lo que ocurría ante sus ojos, en la otra orilla del Tigris. Fue como una película bélica. De pronto, aparecieron dos tanques Bradley estadounidenses, especializados en transportar tropas, y se apostaron en el lado izquierdo del Palacio de la República.

DESBANDADA IRAQUI

Los blindados comenzaron a disparar contra todas las posiciones defensivas que protegían el recinto. Cuando la situación parecía controlada, los Bradley vomitaron una veintena de marines. A toda velocidad y perfectamente coordinados, los soldados tomaron posiciones, apuntando sus fusiles de asalto M-16 hacia el interior del recinto, especialmente a una sede de la Guardia Republicana que hay en el complejo presidencial.

El fuego aliado era tan intenso que las fuerzas iraquís acabaron por derrumbarse. Y se produjo la desbandada. El sálvese quien pueda. Como hormigas que huyen despavoridas del hormiguero, decenas de guardias republicanos comenzaron a salir del recinto de palacio por respiraderos y túneles que daban a la orilla del Tigris.

Cuando salían a la superficie, estos paramilitares se lanzaban al agua del río bíblico. Después, volvían a subir a la orilla y comenzaban a correr como almas que lleva el diablo. Otros soldados iraquís preferían rendirse y se presentaban ante los soldados estadounidenses alzando los brazos. Sin miramientos, los marines los tiraban al suelo y los obligaban a permanecer aplastados contra el asfalto. Un cámara de la televisión alemana que se acercó demasiado se vio rodeado por las fuerzas de seguridad iraquís, que le quitaron la cámara y casi le linchan.

LA CARA DE LA DERROTA

Pero de repente, como si el clima hubiera decidido que la película se había terminado, una niebla arenosa cubrió el Tigris, impidiendo a los periodistas seguir observando lo que ocurría. Bagdad, que amaneció luminosa, volvió a ser una ciudad triste, a juego con la mala noticia que llegó por la tarde. Un periodista español, un compañero y amigo, había muerto.

Todos acabaron la jornada con el ánimo derrotado. Los periodistas, por la pérdida de un colega; los funcionarios iraquís, por el derrumbe de su mundo. Muchos altos mandos del partido Baaz lo daban ya todo por perdido. Se leía en sus rostros. "Pueden conquistar nuestro país, pero nunca podrán conquistar nuestros corazones", sentenció un alto funcionario iraquí, reconociendo con esa frase que el régimen de Sadam está a punto de derrumbarse. "Bush --dijo este funcionario-- quiere poner a un estadounidense a gobernar nuestro país. ¡Se imagina qué disparate! Vamos a tener un presidente que va a necesitar traductor para gobernar Irak".