Cristino Portalo cuenta que allá por el año 1718 la campana más grande, que pesaba 122 arrobas, se quebró con los repiques de los campaneros el día de san Pedro y al caer al suelo hizo un gran boquete, como el de una bomba. Hubo que fundirla de nuevo. Para subirla utilizaron tres carrillos y tres maromas que prestó el gobernador de Elvas y alguien desde arriba iba vertiendo cántaros de agua sobre la cuerda para impedir que ardiese con el roce.