No necesito un 27 de enero para recordar a las víctimas del holocausto y la barbarie a la que puede llegar un ser humano contra otro ni un 4 de febrero para sensibilizarme contra esa terrible enfermedad que se está llevando a tantos y desde tan jóvenes y que tanto miedo nos da a todos ni un 13 de abril para besarnos o un 23 de abril para leer ni un 1 de mayo para reivindicar el trabajo. No necesito un 31 de agosto para recordar que la solidaridad nos hace mejores personas ni un 17 de octubre para concienciamos aún más contra el dolor ni un 5 de diciembre para pensar en el voluntariado. No necesito un 8 de marzo para reivindicar para la mujer la igualdad y la justicia que la sociedad no termina de darle ni un 11 de marzo para recordar a quienes el terrorismo sesgó sus vidas ni un 25 de noviembre para unirme a la lucha contra esa lacra que es la violencia machista. Ni siquiera, porque soy del gremio, necesito un 24 de enero para mirar al Patrón, San Francisco de Sales, un 13 de febrero para escuchar la radio o un 21 de noviembre para ver la televisión. Las fechas son símbolos, recordatorios, homenajes y llamadas de atención pero lo importante es lo que cada cual piensa sin necesidad de mirar al calendario. Lo importante es participar, construir, contribuir, sentirse parte de algo, formar parte de alguien y que las vidas tengan sentido y no se abandonen a la podredumbre de una solitaria y vacía habitación a oscuras donde siempre hay alguien que hasta el salivar tiene amargo.

No necesito un 19 de marzo para acordarme de mi padre, de su inmaculada trayectoria como trabajador a destajo, como ciudadano anónimo ejemplar, capaz de superar el trauma de una guerra y las miserias de la hambruna. Ahora, mirándolo de reojo mientras se come una lasaña, solo desde que se fue su compañera de toda la vida, medio sordo, con poca vista, con su gorra, su chaqueta y su corbata puesta y con ganas de su próximo viaje, no necesito un 19 de marzo para recordar que yo soy, existo y estoy en el camino, porque él, y sobre todo ella, quisieron. Su empeño, esfuerzo y entusiasmo lo hicieron posible. Y eso, eso lo recuerdo todos los días del año.