Más de 200 familias del Gurugú, La Luneta y Colorines participan en un programa de prevención de las conductas adictivas en el ámbito comunitario desarrollado por Proyecto Vida de Cáritas. Implica a padres, hijos, profesores y agentes sociales con el objetivo de ofrecer claves de convivencia y pautas que minimicen el riesgo que rodea a los menores que viven en zonas donde la delincuencia y la droga son problemas generalizados.

Vivo en mi barrio es el nombre con el que se ha bautizado este programa, que dio sus primeros pasos hace dos años con un análisis de la situación real de estas barriadas y las necesidades de sus beneficiarios. Desde el pasado curso, han participado en la iniciativa 210 familias, 216 escolares, 18 profesores y 13 agentes sociales.

Se trata, según explica la directora de Proyecto Vida, Begoña Hermosell, de crear una red que dé una respuesta social a los problemas de la barriada. De momento, la oenegé tutela el programa, pero la idea es que en el futuro funcione de forma autónoma. "Hemos hecho ya el 50% del trabajo y en dos o tres años habrá que evaluar si la red funciona sola, aunque nosotros no desaparezcamos del todo", apuntó.

El proyecto se desarrolla a través de seis escuelas de padres, tutorías con los alumnos en sus centros educativos y la formación de los agentes sociales. Dos profesionales, uno contratado y un voluntario, se encargan de coordinar esta iniciativa, financiada con 50.000 procedentes de la Consejería de Sanidad y Dependencia de la Junta de Extremadura --que aporta prácticamente la mitad--, el Ministerio de Sanidad y Política Social y la Fundación Santa María.

Con los menores, el trabajo se lleva a cabo a través de tutorías en los propios colegios --Santa Engracia, IES San José, La Asunción y Virgen de Fátima--. Se trata de dinámicas de grupo en las que aunque parezca paradójico no se habla de drogas, porque prevenir, según Hermosell, no consiste solo en hablar de ellas, sino en ofrecer claves y educación en valores que eviten el inicio en su consumo. "Los niños a los que se atiende no consumen ninguno, por eso trabajamos la prevención más básica, que es dar apoyo para evitar ese riesgo y que acaben en la Fiscalía de Menores o el centro Marcelo Nessi", argumenta.

A los padres también se le dan pautas para que "tomen las riendas de la educación de sus hijos" que, en muchos casos, según Hermosell, pasa a un plano secundario porque la situación de exclusión de las familias hacen que la prioridad sea subsistir. En la actualidad funcionan seis escuelas de padres, una por cada colegio, la de la asociación de vecinos y la del programa de mujeres de Colorines. "Desde que se han iniciado hasta hoy ha habido muy pocas familias que se hayan retirado de las escuelas de padres y eso es muy importante", destaca.

El apoyo a profesores y la formación de los agentes sociales son otros de los pilares sobre los que se asienta este programa. "La unidad es fundamental para crear esa red social, porque no tendría sentido poner en marcha un programa como este y decir adiós cuando se termine. Entre todos deben darle continuidad", defiende.

Cáritas tiene la intención de trasladar este programa a barrios de otras poblaciones de la región.