Cuatro horas de despedida y seis meses separados. Los 265 primeros militares del contingente de la base de Bótoa que volaron ayer hacia el Líbano para formar parte de una nueva misión de paz de la Brigada Extremadura XI llegaron con sus familias al aeropuerto de Badajoz a la una de la tarde, empezaron a embarcar puntualmente a las cinco, como estaba previsto, y el vuelo salió media hora más tarde. Durante cuatro horas de espera se sucedieron las despedidas bañadas en lágrimas, los abrazos apretados y los besos interminables, primero en la sala de entrada previa al control de acceso, después separados por los cristales cuando ya habían pasado al área del embarque y, por último, distanciados por las vallas que limitaban la pista de despegue.

El de ayer era el primer vuelo a Beirut de los tres previstos (lo siguientes son los días 16 y 20), en los que se desplazarán 590 efectivos, de los cuales 475 pertenecen a la brigada Extremadura XI y, el resto, a distintas unidades del Ejército y la Guardia Civil. El coronel Javier Romero, que liderará a todo el destacamento internacional, se incorporará en el segundo vuelo. Ayer estuvo en el aeropuerto, junto al general jefe de la brigada, Francisco Javier Dacoba. El 50% de este contingente participa por primera vez en una misión en el Líbano.

Julián Fernández Romero se marchó entre el desconsuelo de su hija de 11 años, sus padres, que despedirán a otro hijo en el segundo de los vuelos, y el de su mujer, Puri, también militar, que en esta ocasión no se ha marchado porque tienen una niña de 8 meses, la única que ayer era inmune a la tristeza. Es la cuarta misión internacional para Julián, que también estuvo en Kosovo. Su mujer ha estado dos veces en Líbano y en Irak. Aún así no se acostumbra, «siempre duele», decía. «Te gusta mucho el trabajo y te vas, pero nunca te haces a la idea, tanto cuando te marchas tú como cuando se va alguien, porque es mucho tiempo», sobre todo para los hijos que ya se dan cuenta de la ausencia. A ella le compensa porque «es un trabajo muy gratificante, cuando sales fuera a ayudar a los demás ves las necesidades de otros lugares, que hacen que valores lo que tenemos aquí, eso te hace más fuerte como persona».

Raquel Martín despedía con su hijo de 4 años a su marido José Manuel Sánchez. Es su quinta misión, la segunda desde que su hijo nació. «La despedida siempre cuesta los primeros días, hasta que te acostumbras» y aunque el contacto es constante, «no es lo mismo que tenerlo todos los días durmiendo contigo».