El año tiene un día, enero tiene un día que no es un día cualquiera. Son unos días, los previos, unas horas de tensa espera, de emociones contenidas, de dudas por todos lados, de miradas huidizas, de tertulias encendidas, de cartas que se extravían, se hacen, rehacen y vuelven a hacerse hasta que, finalmente, se entregan. Días, horas de buscar en armarios y por debajo de las camas, de mirar escaparates, de recordar los anuncios de la tele, de pensar en el agua para los camellos, en las sillas vacías, en los polvorones, el turrón, el roscón, el anís para el frío y, por supuesto, en las zapatillas.

Después de todo un año esperando, llega el gran día, que no es un día más, que no es un día cualquiera. Levantarse pronto para dormir temprano, comer antes para estar preparado, salir a ver la Cabalgata, abrigarse para no coger un constipado y volver con los bolsillos llenos de caramelos. Las carrozas, los romanos, las luces y los villancicos anuncian que ya llegan, que ya vienen, que ya están aquí, cargados de regalos. No importa cuánto hemos pedido porque en casa nos han enseñado a pedir bien, no importa cómo hemos sido porque seguro que hemos sido buenos, no importa cuántas cartas tengan que leer o a cuántos niños y mayores atender. Porque esa es otra: dicen que es una fiesta de niños pero en realidad no lo es. Es una fiesta de todos porque en la magia todos desean creer. Se ha hecho de noche, los nervios, la cena, más nervios: no hay quien pueda dormir. La noche es larga pero se hará corta. Al fondo, muy al fondo, en penumbra, se oyen ruidos, se escucha un inusual traqueteo, son los camellos, los pajes, el tentempié, ¿por dónde habrán entrado?

¡Han venido los Reyes! ¡Han venido los Reyes! ¿Habrá grito más jubiloso en el mundo? Es la mañana siguiente, muy temprano, todos corren, en pijama, hacia el salón donde, apilados, esperan los regalos. Todos han venido: el juguete completo, juguete comansi, el madelman, la nacy, la señorita pepis, el exin castillo, el balón de reglamento, el juego de magia borrás, la bata para la abuela y la bufanda y el pijama que no habíamos pedido.

No hay mejor día que el 5 de enero. Víspera de Reyes. Noche en la que emprendemos viaje de regreso a la infancia que perdimos.