Soy hijo de los perdedores de la guerra civil, de los que sufrieron sus consecuencias: el hambre, la persecución y la emigración. Mi padre y mi madre fueron unos humildes jornaleros que se buscaron la vida en la capital para, sobre todo, darles un futuro a sus hijos a los que vieron llegar a la Universidad. En mi casa nunca nos enseñaron a odiar, aunque sí sabíamos a quién temer. No he sido hijo de médico, abogado o empresario y nuestro veraneo era la playa del Guadiana. Salimos todos adelante en esa felicidad impostada para las clases más humildes de los 60 y 70. No he pertenecido jamás a un partido político o sindicato pero corrí delante de los grises, me represaliaron por abuchear a un coche de FN o por reclamar en un cuartel derechos constitucionales que se me negaban y conocí al cojo Manteca. He votado al PSOE, a IU y al PP y no me dan ningún miedo Ciudadanos o Podemos.

Creo que aquí no sobra nadie por mucho que algunos se empeñen en sobrar, pero tengo aún más claro que PSOE y PP son necesarios para la estabilidad de este país. Ahora tienen a otros dos compañeros de viaje que matizan sus políticas pero cuando el ruido de sables sonaba demasiado alto o las balas del terrorismo se cobraban vidas, solo estuvieron PSOE y PP. Algunos quieren expulsar de la vida pública al PP. Por casos de corrupción de hace quince años. A principios de los 90, el PSOE se asfixiaba con la corrupción y los crímenes de Estado.

Algunas cosas continúan y continuarán siempre, como ahora pasa en el PP, pero son minoría frente a miles de militantes y afiliados y millones de votantes. Gobernar es tener responsabilidades, tomar decisiones y dejar por el camino ratas que intentarán contaminarlo todo. Pero no sobra nadie. No pueden sobrar dos partidos que reconciliaron España, la metieron en la UE, después en el euro y la salvaron de la peor crisis de su historia. No sobran porque hay quienes quieren romper España, porque hay quienes no se definen y porque al PSOE le arrebataron, entre los cientos de víctimas del terrorismo, siete cargos públicos y doce al PP, junto a los dos de UPN. No sobra nadie, pero menos, quienes, en democracia, entregaron lo más valioso: la vida de su gente. 50 años más tarde del 68, la revolución era esto: salvarnos del populismo mediático y del sensacionalismo político.