Siete meses dura la experiencia, con el lapsus de abril debido a los problemas internos del grupo municipal de Ciudadanos, que fue precisamente el que impulsó la iniciativa. Siete meses de Ayuntamiento Abierto, una cita en la que «los ciudadanos pueden hacer preguntas, plantear dudas o emitir sus quejas», según recoge la convocatoria mensual. Ése debería ser el objetivo, pero la última sesión, celebrada el miércoles pasado, demostró que la idea original se ha ido desvirtuando hasta el punto que de lo que más adolece es precisamente de las condiciones que deberían imperar en su desarrollo. Falta diálogo, capacidad de escuchar y voluntad de resolver. Todos estos requisitos fallan por ambas partes: entre el público y entre los representantes de la corporación, que están allí para recoger las propuestas, denuncias o lamentos de los vecinos.

El consenso se quedó en la teoría, porque en la práctica han saltado todas las alarmas. Lo peor de todo y que desgraciadamente va a ser el motivo que acabe con esta experiencia, es que se utilice el insulto, del público a concejales y de concejales entre sí. Si alguna vez alguien confió en que el Ayuntamiento Abierto sería un foro en el que los ciudadanos pudieran relacionarse directamente con la administración más cercana sin necesidad de trámites ni burocracia, falló en sus cálculos.

La última sesión ha sido el ejemplo disparatado de la filosofía opuesta con la que surgió esta iniciativa, empezando por la actuación poco transigente del moderador, pasando por el mal clima entre los integrantes en la mesa y terminando por las reacciones ineducadas del público.

De moderar se encargó en esta ocasión el concejal del PP Antonio Ávila, que empezó la sesión dejando claro que, según las normas que regulan el funcionamiento del Ayuntamiento Abierto, el concejal no adscrito, Luis García-Borruel, no podía formar parte de la mesa y, en consecuencia, cambiaba de bando y en lugar de ser receptor de las demandas de los ciudadanos pasaba al lado del público. Puede que ésa fuese la plasmación de la literalidad del articulado, difícil de interpretar, pues seguramente cuando se aprobó no podía preverse que hubiese un concejal sin grupo en el ayuntamiento. Pero echando mano de la lógica y del sentido común, no se entiende que un concejal forme parte del espacio que ocupa el público, pues guste o no esta nueva situación, sigue siendo miembro de la corporación municipal.

Hubo más sinsentidos Al inicio de la sesión, los portavoces de Podemos y del PSOE pusieron en duda que la moderación le correspondiese al PP; disquisición que se tendría que haber resuelto antes de comenzar la reunión, pues la discusión restó seriedad a una convocatoria que se sobreentiende que estaba organizada. Pero tampoco todo el público se lo toma demasiado en serio cuando, mes tras mes, en nombre de colectivos de cuestionable representatividad, se repiten las preguntas y se reiteran los argumentos y las quejas, acaparando protagonismo y restando tiempo a vecinos que posiblemente tienen algo nuevo que pedir o que solucionar. Poco serio le debió parecer también a Mariano que tras interpelar al concejal de Medio Ambiente sobre la fallida poda a destiempo de los árboles de la ciudad, Ávila contestase que la respuesta ya se dio en un pleno de la corporación, que están colgados en internet. Escaso afán de entendimiento y demasiadas ansias de discusión. La sesión terminó como el rosario de la Aurora, con reproches y descalificativos a voz en grito. Como para marcharse y cerrar la puerta desde fuera.