Ya lo había anunciado hace unos días el concejal Alejandro Ramírez del Molino, responsable de Tráfico, Policía Local y otras delegaciones en el Ayuntamiento de Badajoz. El concejal insinuó que el equipo de gobierno tenía en mente una idea para acabar con el botellón en Puerta Pilar, una zona de la ciudad donde este fenómeno juvenil ha propiciado incluso la creación de una plataforma vecinal para defender el derecho al descanso de las familias que allí residen.

Esta semana el anuncio se ha hecho oficial, aunque se ha enmascarado en un pretendido proyecto de recuperación del parque de Salto de Caballo. La iniciativa es certera pues la obra va a requerir vallar todo el espacio que los fines de semanas ocupan los jóvenes que, necesariamente, se tendrán que marchar de este lugar para celebrar sus macrorreuniones. La cuestión que ahora queda por contestar es dónde se van a trasladar. Es fácil decir que lo hagan donde no molesten. Podría ser, es cierto, en el ferial. Pero queda demasiado lejos, tanto que tendrán que coger el coche, con el riesgo que eso conlleva, cuando se sabe que al botellón no se va sólo a beber, sino a emborracharse. Muchos padres tendrán que ir hasta allí a recoger a sus hijos a horas ya intempestivas. Menuda gracia. Es desvestir a un santo para vestir a otro.