Manoli es devota "de toda la vida" de Nuestra Señora de la Soledad. "Tengo una hija que se llama María de la Soledad porque le prometí a la Virgen que si tenía una niña le pondría su nombre y me siento muy orgullosa". Hace 60 años ya era asidua al parque Infantil, al que acudía con su entonces novio y después marido, "que no ha venido porque está enfermo", pero ambos siguen expresando su devoción a la Soledad. Ayer Manoli participó en el acto de desagravio por las agresiones que sufrió la semana pasada la imagen de la patrona de la ciudad. En su opinión, "lo que han hecho no tiene nombre, porque hay que respetar la manera de pensar de cada cual, de los que no son creyentes y de los que lo somos, que nos respeten como respetamos a los demás", sentenció.

En el parque también estuvo Josefa, que hacia "muchísimos" años (tiene 85) que no se acercaba a este lugar porque se lo impide su problema de movilidad en las piernas, pero el día anterior se enteró en misa y no quiso faltar. Hizo un gran esfuerzo aunque creía que ya habría sido repuesta a su lugar la imagen, que aún se encuentra en la Escuela de Artes y Oficios para ser restaurada.

Manoli y Josefa estuvieron entre las 300 personas que acudieron al acto convocado por la Hermandad de la Soledad y al que no faltaron miembros del Cuerpo Nacional de Policía, el alcalde, Francisco Javier Fragoso, y el concejal Francisco Javier Gutiérrez. En la hornacina, ahora vacía, colocaron un estandarte de la cofradía, que lleva la imagen de la Virgen bordada. No faltó un ramo de flores blancas. A las 12.00 en punto empezaron el rezo del Angelus y después, el hermano mayor, Joaquín Gil, proclamó emocionado un manifiesto en el que la junta de gobierno expresaba su "disgusto, indignación y condena", al tiempo que proclamaba "el perdón para los agresores".

La hornacina permanece vacía por primera vez desde que se instaló en este parque en 1955 el pórtico que formaba parte de la antigua fachada de la ermita de la Soledad por donación de la hermandad a la ciudad. Cuando la Virgen estaba, era habitual ver a personas detenerse a sus pies para saludarla o rezar. Ayer, cuando aún no había llegado nadie, una niña de apenas 2 años se acercó al altar y al ver que no estaba la escultura le dijo a su padre con carita compungida: "no está, se ha ido".