Antonio R. P., acusado de matar a David Sansegundo en el patio de la prisión de Badajoz la tarde del 28 de septiembre del 2006, planeaba su fuga del centro y ese fue el motivo por el que se le trasladó del módulo 4 --para presos con largas condenas e inadaptados--, al 1 --menos conflictivo--. La decisión se adoptó sin tener en cuenta su trayectoria delictiva, solo con el fin de abortar su plan, como reconocieron el director y dos subdirectores de la cárcel pacense ayer, en la segunda jornada del juicio que se sigue en la Audiencia.

Fue en el módulo 1 donde coincidió con el joven al que cortó el pelo porque iba a tener un bis a bis, a cambio de un paquete de tabaco que fue el precio que pagó por su vida, según relatan las acusaciones y los testigos. El retraso en el pago de esa deuda hizo que el acusado se la reclamara en una breve discusión que, según un testigo que se hallaba "a siete metros de ellos", terminó con un: "Te voy a matar como a una perra; me cago en tus muertos. Y le asestó la puñalada en el corazón".

La coincidencia de un condenado por dos crímenes con un preso por drogas y un delito de malos tratos, plantea la posible responsabilidad civil subsidiaria del Estado ante posibles indemnizaciones a los familiares.

Los testimonios del director y dos subdirectores, además de explicar por qué no había funcionarios en el patio cuando ocurrió el crimen, aclararon que al primero se le trasladó por el intento de fuga, con orden de especial seguimiento, y no por su peligrosidad, pues su conducta no lo requería. Al joven se le cambió del módulo 6 al 1 por consejo de un educador para separarlo del "trapicheo de drogas".

DECLARACIONES COINCIDENTES Declararon además cuatro personas que cumplían condena en aquella fecha; todos tras un biombo, por seguridad; uno pidió al juez protección en el centro. Todos coincidieron en cómo se produjo la agresión y cómo el agresor se dirigió después a los servicios. Los que no lo vieron, aportaron datos sobre la relación entre ambos y la deuda. Las coincidencias flaqueaban al precisar datos sobre horarios y distancias con las que el letrado de la defensa los requería.

Esta actitud del abogado, que en sus intervenciones trató de identificar a algunos reclusos causando llamadas de atención del presidente, hizo que casi todos los reclusos acabaran por preguntarle: "¿Usted me quiere volver loco?"; o pedir: "Señoría, con este señor no quiero hablar más"; o "dígame qué quiere escuchar y acabamos antes".

Otros señalaron que los funcionarios tardaron 15 o 20 minutos en abrir las puertas para llevar al herido a la enfermería, que no había médico y que los sanitarios que fueron del exterior "dijeron que podía pasar la noche allí, que no era tan grave; y lo sacaron de noche", en referencia al traslado de la víctima al Hospital Infanta Cristina, donde falleció. Un testigo, primo de la víctima, arrojó en días pasados una botella de lejía al acusado, en la prisión. "La pena es que no le cayera en los ojos", afirmó.

Además, estuvo Antonia Ortega, madre de la víctima, toda la mañana esperando para declarar, pero retrasos con otros testigos lo impidieron, por lo que lo hará hoy. La mujer, acompañada por una familiar, manifestó que "lo que quiero es que condenen al culpable", mientras mostraba una foto de su hijo.