Aunque confieso que de niña soñé con llegar a ser princesa, doy gracias a los dioses cada día por no haber visto mi sueño hecho realidad. Pero si de algo me alegro más, es de no ser hermana de princesa, novia de cachuli o hija de tonadillera. Tener decenas de objetivos preparados cada mañana para dispararte y después de dar en el blanco perseguirte hasta la puerta del cole del niño, a la frutería del Eroski, a la óptica a recoger las gafas, a la farmacia, al bar de la esquina y de vuelta a casa, debe ser algo cansino.

Si además ese acoso te llega de rebote, es decir que ni tienes corona, ni cantas ni bailas, ni tienes la más mínima posibilidad de conseguirlo y tu vida es de lo más normal, es como para tirarse del puente y sin salvavidas.

El hecho de que una persona salga varias veces en la tele, por la causa que sea, no quiere decir que su cambio de peinado, su primer baño en la playa, sus nuevas gafas de sol, o la arruga de su falda, sean noticia, por mucho que algunos se empeñen en hacernos creer que es importante y que nos interesa. No debe verse como algo normal algo que no lo es, e ir persiguiendo a la gente no tiene justificación alguna.