Sin contar con lo que cuestan los andamios, el presupuesto que han elaborado las restauradoras Almudena Villar y Carmen Vega para culminar la restauración urgente de los dos retablos de la capilla del convento de las Adoratrices, en la plaza de San José, ronda los 60.000 euros, según el estudio que han realizado por encargo de las hermanas.

Ya han llamado a algunas puertas, que de momento no se han abierto, ni siquiera las del arzobispado, propietario del convento que las monjas ocupan como usufructuarias. Desde septiembre del 2015 son la congregación de Hermanas Adoradoras del Santísimo Sacramento y la Trinidad. Sí cuentan con el respaldo de la Asociación Amigos de Badajoz, que presentará la documentación en los grupos municipales del ayuntamiento pacense para que se incluya entre las inversiones de los fondos europeos Dusi, que supondrán una inyección en la ciudad de 15 millones de euros, más 3,7 de aportación municipal, que tienen que estar invertidos antes del 2020.

En la iglesia de las Adoratrices existen el retablo mayor y el lateral más pequeño, donde se ubica la imagen del Corazón de Jesús. Según la madre superiora, habría que sanearlos primero para después restaurarlos, «porque restaurar sin sanear es tiempo y dinero perdidos». Ambos datan del siglo XVIII, cuando se construyó la iglesia, que se asienta sobre la antigua ermita de San José. El principal problema de los dos retablos es que su deterioro es tal que se desprenden fragmentos. Las monjas dieron la voz de alarma «porque se les han caído encima bastantes piezas», cuenta Almudena Villar.

Estas dos profesionales, que han trabajado en intervenciones en otros edificios históricos de la ciudad, realizaron un proyecto de restauración en el 2013 que iniciaron en el 2014 con una primera actuación en el retablo mayor, utilizando los limitados fondos de los que disponían.

El retablo mayor, que mide casi 8 metros, está recompuesto, con piezas que se han ido recolocando donde no corresponden y además está todo repintado de arriba a abajo. En ambos se ven algunas zonas azules, que seguramente será el color de la pintura original, lo que lleva a suponer que datan de la misma época porque su decoración coincide. Los dorados, sin embargo, están bien conservados. El mayor requeriría consolidar el soporte. Ambos retablos sufren ataques de xilófagos, sobre todo el pequeño, aunque parece que no avanzarán más. También el altar tiene un frontal decorado cuya madera también han atacado los insectos. Para sanearlos, requieren un tratamiento de prevención y de endurecimiento de la madera. En el retablo pequeño faltan piezas que podrían haber caído detrás, otras están movidas y se perciben claramente grietas. Cuando se limpie, es previsible que aparezcan decorados ocultos, entre ellos seguramente un escudo en un enmarcado ahora vacío. La imagen del Corazón de Jesús no corresponde al retablo y faltan las dos laterales. Seguramente se llevaron el sistema compositivo original. Posiblemente había una Virgen porque está coronado por el símbolo mariano y unos querubines.

En el retablo mayor ha habido un ligero descolgamiento porque los laterales de la base están sujetos con hierros. Durante algún tiempo, con unos donativos que recibió el convento, se compraron materiales y un aficionado a la restauración, Luis Mangas, se encargó de pintarlo de color verde. Fue en el 2012 y con el proyecto de restauración posterior sólo pudo retirarse lo que Mangas había añadido.

Para completar la restauración, habría que recuperar los dorados, intentar configurar piezas que están movidas y limpiar la imagen de la Virgen Inmaculada, que está totalmente repintada. Es la más antigua de la iglesia y seguramente es la original del retablo. También es original la cabeza de la imagen de San José, cuyo cuerpo es muy posterior. La escultura fue destruida durante la Guerra Civil y sólo se recuperó la cabeza, que alguien reconoció y devolvió a la iglesia. Las demás figuras que forman parte del retablo mayor sólo requieren limpieza superficial.

Según Almudena Villar, si no se completa la restauración «seguirán cayendo piezas, porque todo lo que no se restaura puede ir a peor y se puede perder pintura que está levantada y que habría que fijar a la madera».

Los dos retablos no son las únicas necesidades de este convento, pero sí las más urgentes. Junto a la capilla, en el pasillo por el que se accede a la iglesia desde el convento hay un cristo crucificado, con la cruz totalmente apolillada. Cuenta la madre superiora que lo conocen como El Cristo del Chico de las Drogas por la fe que le profesaban jóvenes que estaban en proceso de desintoxicación.

Afortunadamente, las cubiertas sí se arreglaron pero la pintura interior del techo está rajada y denota que lleva muchos años sin tocarse

También el suelo de la capilla está cubierto de remiendos de cemento. Faltan baldosas en muchas zonas, que se levantaron por la humedad. Cuenta la madre superiora que hay épocas en las que emana agua del suelo, porque debe haber alguna corriente subterránea. Recuerda que existió un proyecto de actuación completo porque se ofrecieron dos donantes a aportar el material y el trabajo para reponerlas, pero finalmente no se materializó. La restauradora apunta que su reparación completa podría incentivarse con un estudio arqueológico dado que esta capilla está asentada en la «base de la historia de la ciudad».