Ayer se celebró el Día Mundial del Agua. Justo cuando nuestro Guadiana, a su paso por Badajoz, se encuentra a rebosar y no sólo de agua, afortunadamente, sino también del dichoso camalote.

Las abundantes lluvias de los últimas semanas sacaban a relucir una de las vergüenzas y amenazas del río. Es curiosa la contradicción: a la vez que nos alegrábamos por la llegada de las lluvias, era el propio agua quien nos hacia ser conscientes de los peligros que la acechan.

Porque el agua está en peligro. Y la humanidad también.

Por motivos que no vienen al caso relatarle ahora en esta breve columna, estos días estoy manteniendo algunos encuentros con expertos, no se sí llamarles así, en agua. Gente, en definitiva, que conoce y valora este escaso pero tan crítico recurso. Son ellos los que te hacen entender lo vital que es conservar y preservar el agua.

Y no hace falta que lo diga la ONU, ni la FAO, ni otros prestigiosos organismos internacionales. Es evidente que la escasez de agua ha sido y será uno de los motivos de conflictos más graves en el mundo.

Detrás de la falta de agua está la cruenta guerra de Siria, o las inhumanas migraciones de este siglo. O sin irnos tan lejos, el enconado conflicto por el Tajo entre las comunidades autónomas de Murcia y Castilla La Mancha.

Y el futuro no parece mucho mejor. El recién publicado Informe de Desarrollo de Recursos Hídricos asegura que en 2050 más de la mitad de la población mundial carecerá de agua. La intervención del hombre en la naturaleza será el causante del desastre, pero también está en nuestras manos evitarlo.

Lo mismo es por ese motivo que ayer el presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadiana subrayaba la importancia de algo tan sencillo como los pequeños gestos de ahorro del agua.