Antonio Regalado lleva siete años cuidando de su mujer, Rosa, a quien diagnosticaron alzhéimer con 67 años. "Nunca he estado encadenado a ella, pero ahora lo estoy". Se ha convertido en sus pies, sus manos y su memoria.

"Es una enfermedad horrible, si hay gloria e infierno, al infierno no iremos porque lo estamos viviendo aquí. Porque, ¿quién cuida al cuidador?", se pregunta. Si no fuera porque su mujer está en un centro de día no sabe qué sería de él. "La cuidan muy bien, hay grandes profesionales y tienen ánimo y alma para ellos", dice.

Cuenta que fueron sus hijas las que se dieron cuenta de que algo estaba cambiando en su madre. Un día de Navidad no se acordó de la receta del pollo en pepitoria que siempre preparaba; otro, compró churros dos veces porque se olvidó de que ya lo había hecho; y otro día cocinó unas lentejas que a la hora de comer descubrieron que estaban crudas. Antonio confundió los primeros síntomas con despistes, pero los olvidos de Rosa escondían detrás el inicio de su enfermedad.

Antonio salió ayer a la calle para recordar a los ciudadanos que "juntos podemos" y que tanto los enfermos como sus familiares necesitan el apoyo de todos.