De pequeño, tenía un patito. Comenzó a crecer y la convivencia en casa se hacía insoportable. Un día, desapareció. La siguiente vez que tuve contacto con un pato fue en Pekín. Pato laqueado, crujiente, sabroso, como para repetir, pero no lo hice porque vino a mi memoria el afecto al compañero de viaje en mi más tierna infancia. Hace un par de años, cené ganso. Al horno, con puré de manzanas y castañas, en un restaurante bueno de Madrid, en plan celebración. Los echo de menos: al patito, al pato laqueado y al ganso. También he tenido oportunidad de probar el canguro y el cocodrilo, tan distintos y tan sabrosos. En realidad, soy vegano, pero hasta el otro día no me he enterado de que los veganos no comemos carne. No soy supersticioso porque trae mala suerte. La vida está llena de contradicciones y excentricidades. En política ocurre mucho esto: todos llevan un conejo a su lado como el invisible Harvey y esperan que los locos seamos los demás. En otros lugares, a eso le llaman hacer comulgar con ruedas de molino. Y quieren que todos traguemos. Plutarco le puso nombre: el rabo del perro de Alcibíades, la primera estrategia de marketing y comunicación política que se conoce en la historia. Mientras el personal se entretiene con el rabo del perro, no se preocupa de otras cosas. Marx identificó esta estratagema con la religión. El opio del pueblo, escribió, pero nunca tuvo agallas para decir a qué religión se refería o, mejor dicho, ni él ni sus seguidores lo dirían hoy de todas las religiones. Goebbles decía eso de mentir hasta convertir la mentira en verdad. La curiosa relación entre ratas y ardillas del Coronel Hans Landa, los gatos del Guadiana, los perros callejeros, el picudo rojo, las hermanas cucarachas y los gusanos de seda que sustituyeron al patito que creció y un día desapareció, por no hablar de los toros en vías de extinción, el tipo de la cabra y los ponis cachondos de la feria, son ejemplos de mundos insólitos. A veces me siento como un personaje de Vigalondo en Extraterrestre, que tiene que hacer frente a una invasión alienígena que nunca ve pero que le vuelve loco. Están más cerca de lo que creemos y hacen más daño de lo que pensamos. Y no, no pueden ser de este mundo. Aunque lleven libreta para apuntar todo lo que está mal o no les gusta.