Antonio Sama Riafrecha tiene 85 años y en el 2017 celebra sus bodas de oro como sacerdote. Lo hace ya jubilado, en su localidad de origen, San Vicente de Alcántara. Se ordenó en 1967, el Año de la Fe, siendo papa Pablo VI, recordaba ayer. De vocación tardía, entró en el Seminario con 29 años después de licenciarse en Derecho. «Decidí ser cura porque me llamaron». Su vocación «fue un proceso complejo porque cada uno tiene un itinerario en estas cosas». Empezó en el Seminario en Salamanca y terminó sus estudios en Lyon. Se ordenó en Badajoz. Ahora echa de menos la vida activa del sacerdote, aunque sigue ayudando en San Vicente y todos los domingos dice misa en caseríos. A la hora de valorar cómo ha cambiado la vida de los sacerdotes, destaca que «cada vez somos menos y por eso tenemos pluriempleo», situación a la que se han adaptado, como a la sociedad cambiante que los rodea. Antonio Sama tiene ordenador, pero es de los que sigue prefiriendo el papel.