El Rivillas y el Calamón son algo más que corrientes de agua canalizadas tras la terrible riada. Forman parte de la tradición popular de quienes han nacido y crecido en sus entornos, en Antonio Domínguez, Cerro de Reyes y San Roque. Ayer, el grupo de Facebook ¿Dónde está?, que creó Marcial Hueros para promover el conocimiento de Badajoz, organizó un recorrido por sus orillas para dar a conocer lugares, anécdotas, historias, cuentos y leyendas ligados a estos dos arroyos.

El promotor de la visita fue Fermín Garrido. «La idea es que no miremos a los arroyos como lo hacemos desde hace 20 años, sino tener una perspectiva de lo que fueron mucho antes, de los buenos momentos y vivencias que nos ha relatado gente nacida y crecida aquí, para no quedarnos solo con lo negativo». «Es una visita de testimonios populares», apuntó Emilio García, miembro del grupo.

El recorrido se inició junto al polideportivo de Antonio Domínguez, por la orilla izquierda del Calamón y se prolongó hasta el Revellín. La primera parada fue en el puente de las Brujas, del Fraile o de los Mártires, ya desaparecido. También contemplaron los cimientos del puente metálico y hablaron de la fuente del Alunado y la leyenda del molino de la Tarasca, donde «supuestamente» apareció ahogado el doctor Isaac Cohen, tras visitar a un enfermo en La Albuera un día de tormenta y al regresar fue atacado por la Tarasca (ser mitológico). Hablaron de los postes para atravesar el cauce a la altura del puente de la N-V. Nombraron el accidente de avión en el que murió un payaso, comprobaron la vista general desde el baluarte de la Trinidad, donde estaba el patio de los naranjos en el que se organizaban bailes, así como desgranaron «por encima» las funciones del Revellín. Comentaron los carnavales de la Picuriña, que se celebraban cuando en el resto de la ciudad estaban prohibidos. «Se hacía en el Rivillas en una pequeña plaza de toros, la gente se emborrachaba y se iba hasta el molino de la Tarasca dando voces y animados». No se olvidaron de dónde podría estar ubicada la fuente de San Roque (que se enterró), con su pilastra de mármol y la barandilla de forja, que era un lugar de encuentro del vecindario. A la vuelta, pudieron conocer las especies vegetales del parque. «Queremos reconocer lo que ha sido y lo que representa este parque, porque está aquí por lo que pasó hace 20 años y solo por eso debería respetarse más», defendió Garrido.