Arte (IV)

Los omeyas habían empleado el arte bizantino de Siria en su propio beneficio, adaptándolo a sus necesidades cortesanas o religiosas. En sus palacios usaron el formato externo de las antiguas fortificaciones romanas de la frontera persa, pero la organización interna tenía precedentes en los palacios iraníes. Luego, el modelo era mixto y propio. Y lo mismo ocurrió con las decoraciones escultóricas o pictóricas, mezclaron prototipos de ambos imperios. Se da el caso, de mucho interés, que el baño de Qusayr Amrá (Jordania) fue clasificado como bizantino por los primeros especialistas que lo estudiaron. Motivo: había muchas representaciones humanas y, según el falso tópico, eso no lo permitía el islam. Y no es cierto. No sólo el monumento es omeya, sino que en una de las escenas se escribe en griego y árabe el nombre de varios personajes pintados y, estudiando las grafías, puede comprobarse que los pintores sabían escribir en la segunda lengua, pero dibujaban las letras de la primera, sin entenderlas. No sólo eran árabes, también arabófonos. El estilo sería todo lo siro-bizantino que se quiera, pero el arte es islámico. Afirmar lo contrario es absurdo. Emplear formas anteriores no desvirtúa en absoluto la calificación de las obras más que en función de sus autores. ¿Podríamos considerar romanas las primeras basílicas cristianas, en el sentido más estricto, porque usasen las mismas formas y soluciones de los edificios imperiales? ¿O, arte griego, por los mismos motivos?