Con un lienzo movible en mitad del patio de butacas que recreaba un teatro entre llamas mientras en el escenario sonaba al piano La danza del fuego de Miguel de Falla concluía El laberinto de las artes, un proyecto conjunto con el que la Escuela de Artes y Oficios Adelardo Covarsí y el Conservatorio Profesional de Música Juan Vázquez han conmemorado los 25 años de la reapertura del teatro López de Ayala. Era el final de un recorrido que más que una visita guiada se convertía en un espectáculo que invitaba a disfrutar de las escenas en diferentes rincones del este emblemático edificio de la plaza de Minayo.

Frente a la fachada del teatro una gran instalación de metal titulada Obertura ya despertaba el interés de los visitantes por descubrir lo que les aguardaba en el interior. En el vestíbulo se podían contemplar esculturas del Discóbolo y el Fauno iluminadas por luces de neón y también figuras representando el círculo cromático mientras al fondo sonaba Hayden al piano. En el cafetín, de nuevo música, esta vez violonchelo, y la pintura como protagonista, con propuestas tan originales como una serie mostrada a modo de escultura y otra sobre chapas oxidadas de manera natural. Trabajos en frescos sobre el pavimento --con los mismos pigmentos que usaba Miguel Ángel, y un óleo dedicado a Juan Vázquez, con puerta de Palmas al fondo y referencias a todas las ciudades en las que vivió el polifonista pacense.

Entre bambalinas, el público pudo contemplar el encuentro entre música y artes plásticas a través de un audiovisual, mientras que dos de los camerinos, decorados con grandes flores lilas y amarillas, se transformaron en el escenario donde dos cantantes interpretaban una obra de Juan Vázquez.

Hasta el director del López, Miguel Murillo, se atrevió a contribuir con una provocativa propuesta en el pasillo de acceso al sótano. En este último, 66 lámparas hechas con alambre y pintadas como si fueran cuadros iluminaban a un grupo de percusionistas y justo al lado una serie de esculturas que parecían emerger de las paredes del teatro.

Al llegar al escenario el telón se levantaba y en el patio de butacas aparecían personajes vestidos con trajes de todas las épocas desde que se erigió el López de Ayala, aplaudían a los visitantes hasta que caía el lienzo con el teatro en llamas como en 1936 y el pianista comenzaba a interpretar a Falla.

Decenas de personas han podido conocer desde la perspectiva del arte y como si de un museo se tratara este emblemático edificio durante dos días, guiados por los propios alumnos y con algunos de los artistas presentes para explicar de primera mano el significado de sus obras. Un laberinto artístico con mucho talento.